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Una raya en el agua

El cable pelado

Las dudosas relaciones profesionales de Begoña Gómez se han convertido en el mayor problema político de su cónyuge

El plebiscito empieza el lunes

El voto del buen rollo

Ignacio Camacho

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Todo político (toda persona) por coriáceo que sea tiene algún punto débil, y el de Pedro Sánchez se llama Begoña Gómez. No se trata de la fragilidad sentimental que impostó, o no, en el sainete de la pausa, sino de la vulnerabilidad de un flanco ... que a veces resulta el más inesperado. El presidente ha superado el desgaste de sus mentiras sistemáticas, de su estilo autocrático, incluso tal vez de esa amnistía de inconstitucionalidad reversible, pero los trapicheos profesionales de su esposa se han convertido en un cable pelado suelto por los pasillos de La Moncloa. Al margen de que sea jurídicamente difícil probar un ilícito penal en esos manejos, el caso parece a todas luces incompatible con el decoro reputacional necesario en cualquier estándar democrático. Aunque la llamada a declarar como investigada –por tráfico de influencias y corrupción en sector privado, ojo– sea por ahora sólo un trámite procesal, fue el PSOE el que estableció el injusto rasero de la imputación como límite de la higiene pública. Y a ver cómo ahora Sánchez justifica que con él no rige el patrón de decencia que reclamaba a sus rivales. La repetición obsesiva del mantra del fango no funciona como eximente ni como atenuante.

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