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LA TERCERA

El barco del capitán Achab

«Sánchez ha fingido ignorar las sombras de corrupción que se proyectan sobre su Gobierno y su partido, pero el ataque frontal a los jueces revela el temor colectivo a un presentido fin de ciclo. El 41º Congreso Federal del PSOE ha constituido un ejercicio de caudillismo con el que la organización y su líder han unido definitivamente sus destinos»

Despertar de la vigilia 'woke'

El buen samaritano en Valencia

CARBAJO & ROJO
Ignacio Camacho

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Como si no hubiera pasado nada. Ni una palabra, en una intervención de más de tres cuartos de hora, sobre las sospechas de corrupción que pesan sobre el Partido Socialista y el Gobierno de España. Sólo las habituales menciones a los bulos, a la ... desinformación y a una persecución abstracta cuyo sentido no podría entender nadie que desconociese los avatares judiciales de las últimas semanas. Después de tres días de congreso sin otra agenda real que la de implicar a la militancia en una defensa del líder por la vía de la aclamación plebiscitaria, Sánchez compareció con un discurso en el que fingió ignorar al fantasma que se pasea por su propia casa. Habló de una organización perseguida y acosada –«¡nos atacan!»–, se proclamó víctima de las campañas de odio de una derecha autoritaria decidida a acabar con la democracia y prometió seguir adelante con fuerzas renovadas. Pero en ningún momento se refirió, ni siquiera de forma oblicua o elíptica, a la cadena de imputaciones que afectan a su familia, al fiscal general del Estado y a su antiguo hombre de confianza, y mucho menos a las acusaciones directas recién formuladas por el comisionista Víctor de Aldama. Quizá no hacía falta; la sombra de los escándalos flotaba sobre el cónclave socialista como una nube de tormenta barruntada.

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