diario de un optimista
Sevilla, la chacona de los hipócritas
Podríamos dar ejemplos donde el 90 por ciento de las donaciones financian a sus supuestos voluntarios en los países donde están radicados y no en aquellos donde se supone que deben intervenir
El nuevo 'sheriff' ha llegado
David y Goliat
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Iniciar sesiónEn Sevilla, el pasado 30 de junio, se reunieron setenta jefes de Estado y 4.000 representantes de la llamada sociedad civil, líderes de organizaciones no gubernamentales que prosperan al amparo de la ONU. No nos atrevemos a imaginar el coste de esta reunión; nadie ... cuestiona la financiación de estas grandes masas cuya utilidad aún está por demostrar. En Sevilla, por iniciativa del secretario general de la ONU, el objetivo era relanzar la ayuda internacional al desarrollo. Una causa noble, ¿verdad? Si bien se ha observado que esta ayuda está disminuyendo debido a la retirada parcial o total de Europa y Estados Unidos, únicos financiadores de esta ayuda, en la que no participan ni China ni Rusia, nadie ha cuestionado los resultados de este auxilio a los pobres, que comenzó hace más de setenta años, ni la necesidad de continuarlo. Nadie duda de que todavía hay un gran número de países pobres, principalmente en África y algunos en Suramérica. Pero dentro de estos países no todos son pobres, ni mucho menos.
Consideremos primero la considerable asistencia a esta manifestación sevillana: desde que existe la ayuda humanitaria se ha creado una industria que emplea a cientos de miles de voluntarios y no tan voluntarios dentro de organizaciones no gubernamentales. Algunas ONG merecen verdaderamente el término humanitario, en particular las que brindan atención médica y alimentos de emergencia en países donde la desnutrición es generalizada, consecuencia de guerras civiles más que de la inevitabilidad climática. Esto deja de lado a miles de otras ONG cuya necesidad genera escepticismo.
Recuerdo, cuando presidía la mayor ONG francesa, Acción contra el Hambre, ir a la guerra contra otra ONG que había decidido perforar pozos en la región del Sahel. ¿No era un gran proyecto? Fue un desastre porque la excavación de pozos desplazó a los rebaños a terrenos frágiles, lo que provocó la muerte de los animales y sus pastores. Esto no impidió que esta ONG reclutara fondos de almas generosas. Porque las ONG escapan a todo control: no tienen accionistas, nadie controla sus cuentas. La estrategia de muchas ONG consiste en recaudar fondos mediante 'marketing' emotivo para crecer y aparentar ser instituciones públicas. De estos fondos recaudados, ¿cuántos llegan a sus destinatarios? Podríamos dar ejemplos donde el 90 por ciento de las donaciones financian a sus supuestos voluntarios en los países donde están radicados y no en aquellos donde se supone que deben intervenir. Pero en Sevilla no se planteó esta pregunta.
Tampoco se ha cuestionado la utilidad de las instituciones que gravitan en torno a los Estados y la ONU, como la FAO o la Unesco. Otra pregunta tabú: ¿cómo es que los países que han escapado de la pobreza –China, Vietnam, India e Indonesia– lo han logrado sin ayuda, lanzándose a la economía capitalista y adoptando las reglas del mercado mundial? Hace cincuenta años, la mitad del mundo vivía con ingresos inferiores a un dólar al año. Hoy, solo quedan mil millones de personas, y esto es obviamente demasiado, o el 20 por ciento de la población total, que subsiste con dos dólares al año. Este milagro económico sin precedentes no debe nada a la ayuda internacional: no hay un solo país donde la pobreza se haya erradicado gracias a ella. Pero reconocer la eficacia de la economía de mercado para eliminar la pobreza equivaldría a dejar sin trabajo a la industria humanitaria.
Esta industria, no solo de dudosa eficacia, puede resultar contraproducente. Porque las sumas que pasan por la ONU y las ONG benefician esencialmente a las burocracias de los países pobres y a unos pocos empresarios bien posicionados en estos estados. Este desvío de la ayuda impide la creación de administraciones dedicadas al desarrollo en lugar de al enriquecimiento de una cleptocracia local. La ayuda confiscada explica, en parte, por qué los países más pobres no se desarrollan. La profesión política, especialmente en África, consiste en desviar fondos públicos. Durante la Conferencia de Sevilla se nos dijo que a los países pobres les faltan cuatro billones de dólares anuales para equilibrar sus presupuestos. ¿Por qué tanta deuda? ¿Quién se beneficiaría de estos cuatro billones? No se planteó la pregunta. Hay algunos economistas liberales en los países más pobres, sobre todo en África, que creen que el mejor servicio que se les podría prestar sería detener la ayuda. Esto nos obligaría a reflexionar sobre políticas económicas reales y quizá conduciría a la creación de estados honestos: estos economistas no fueron invitados.
No quiero terminar con una nota negativa. Como señaló la ganadora del premio Nobel Esther Duflo, existen numerosos ejemplos de éxito gracias a la ayuda, especialmente en el sector sanitario. Si bien el continente africano en su conjunto no se ha desarrollado, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente, en gran medida gracias a organizaciones no gubernamentales como la Fundación Bill Gates, que han ampliado la atención primaria de salud y la vacunación. Otro éxito notable logrado gracias a la financiación de la Fundación Ford fue la Revolución Verde, el desarrollo de semillas de trigo, arroz y maíz que aumentaron las cosechas y salvaron a decenas de millones de personas de la desnutrición.
Cabe destacar que los ambientalistas detestan la Revolución Verde porque estas semillas fueron comercializadas posteriormente por empresas capitalistas detestables, como Monsanto. Sin esta comercialización, ¿cómo habrían tenido los agricultores de África y de otros lugares un suministro predecible? La Revolución Verde es un buen ejemplo de colaboración inteligente entre el mundo de la beneficencia y las empresas; esto no se debatió en Sevilla. Sin embargo, este sería el camino para reducir la pobreza masiva: un acuerdo productivo entre la experimentación voluntaria de las ONG y la comercialización del sector privado. Dicha propuesta no se escuchó. Los setenta jefes de Estado y los 4.000 representantes de la sociedad civil prefirieron despedirse de un inofensivo llamamiento a la reactivación de la ayuda y marcharse con buenas sensaciones. Espero que se hayan tomado el tiempo de visitar Sevilla, algo con lo que yo mismo sueño pero que aún no he podido realizar.
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