diario de un optimista

Populismo al alza

Los ciudadanos marginados partidarios de Milei están en lo cierto al creer que el Estado es el problema. Pero no el Estado como tal; el Estado argentino es el problema

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CARBAJO&ROJO

Argentina acaba de darnos una razón más para temer al populismo y llorar por Argentina. Hace 25 años escribí un libro titulado 'No a la decadencia de la Argentina'. Fui demasiado optimista. La situación no ha dejado de deteriorarse desde entonces. Lo peor estaba por llegar con Javier Milei ... , que parece ser un fuerte contendiente para las próximas elecciones presidenciales en noviembre. Como no soy médico, no puedo afirmar con seguridad que Milei sea un desequilibrado total. Pero realmente lo parece, incluso más que sus modelos simbólicos, Bolsonaro y Trump.

Él está mucho más fuera de este mundo que ellos. Lo que me sorprende más que nada son las alusiones de Milei al liberalismo. Supongo que es un truco para parecer educado e inteligente, con la ayuda de su mentor, el filósofo político de derechas Alberto Benegas Lynch; Milei por sí mismo no parece inteligente ni educado. Su pretendido liberalismo es solo un eslogan incoherente, no un análisis de la situación ni una serie de soluciones concretas. Y, ¿dónde en la agenda liberal encuentra Milei una razón legítima para oponerse al aborto, que es legal en su país?

El candidato cita sobre todo a un economista marginal, Murray Rothbard, que fue profesor nada menos que de la Universidad de Las Vegas. En los discursos de Milei uno encuentra por doquier citas tomadas de Rothbard, que se calificaba a sí mismo de anarcocapitalista, lo que quiera que eso signifique. Rothbard era un agitador, todo metáforas, nada de realidad. Milei cree que las metáforas de Rothbard son la realidad; es como confundir los personajes de un cómic con el mundo real.

La principal propuesta de Milei, la dolarización, suena bien, pero no significa nada. Si el peso argentino fuera sustituido por el dólar estadounidense, ¿de dónde sacaría el Gobierno el dinero para pagar las pensiones, la Seguridad Social, las infraestructuras o los hospitales? El Gobierno no tiene dólares estadounidenses y el Banco Central, tampoco; lo único que tiene Argentina son deudas. Para profundizar en esta absurda propuesta de dolarización, huelga decir que no tendría ningún impacto en la inflación. La clase media que todavía tiene algunos pesos en el banco tendría que pagar más si todo fuera en dólares. Los que no tienen nada en el banco morirían. Solo sobrevivirían la clase media alta y los empresarios que han guardado algo de dinero en Miami o Montevideo.

Sin embargo, Milei acierta en el diagnóstico: el Estado es el problema. Pero a partir de ahí, no va a ninguna parte. No propone ninguna solución práctica. Es el típico populista: inventa un enemigo, recurre a las teorías de la conspiración, propone la ilusión de los remedios mágicos, pretende que lo real es falso y que lo falso es real, evade cualquier debate serio y responde solo con insultos. Ahora bien, la verdadera y preocupante pregunta es por qué el 30 por ciento de los votantes argentinos apoyaron a Milei en la primera vuelta de las elecciones del 22 de octubre.

Es fácil de entender. Los ciudadanos jóvenes y desesperados, legítimamente enojados, están hartos de los programas y promesas de la clase política profesional, de derechas y de izquierdas, que nunca cumplen. Estos ciudadanos marginados partidarios de Milei están en lo cierto al creer que el Estado es el problema. Pero no el Estado como tal; el Estado argentino es el problema. No hay sociedad liberal sin Estado legítimo. Lamentablemente, el electorado de Milei no recurre a fuentes creíbles de información: las redes sociales y las noticias falsas son su mundo nuevo y feliz. Como los perros de Milei, que vive solo, rodeado de canes clonados.

Por tanto, Argentina se enfrenta a un dilema. Milei como presidente sería un desastre, a menos que no haga lo que dice que va a hacer. Esta era la estrategia de Donald Trump: ser elegido con una propaganda llena de mentiras y, una vez en la Casa Blanca, limitarse a no hacer nada. Este sería el mejor escenario si Milei se alza con la victoria. En caso de que resultase elegido su adversario, el actual ministro de Economía peronista Sergio Massa, espero que finalmente entienda el mensaje que ha enviado el electorado de Milei: Argentina no puede seguir así. Hay que transformar profundamente el Estado y reducir progresivamente el gasto público, acabando con la corrupción y equilibrando el presupuesto.

Si me pidieran una propuesta para frenar la decadencia y evitar la violencia civil, sugeriría que se cambie la Constitución argentina. La nueva tendría que limitar los poderes de cualquier presidente y los poderes de las provincias para gastar dinero. Debería imponer limitaciones, establecer un techo de gasto y hacer obligatorio el equilibrio presupuestario. La nueva Constitución debería ser debatida con la colaboración del club de fans decepcionados de Milei; el verdadero liberalismo exige que debatas con tus adversarios, no que les grites.

Además de en Argentina, que siempre es un caso extremo, el populismo está en alza en todas partes. En Suiza, el partido llamado Unión Demócrata Centrista acaba de obtener el primer puesto con casi el 28 por ciento de los votos en unas elecciones nacionales. Este partido no tenía más programa que detener la inmigración en un país que no puede sobrevivir sin ella. En Polonia, el pasado 15 de octubre, el partido populista (PIS, que significa Ley Justicia y no respeta ninguna de las dos) también se presentó con una plataforma anti-inmigración en un país al que nadie tiene intención de emigrar.

En Argentina, Polonia, Suiza, y en todas partes, el populismo se rige por un programa simplista: crear y explotar el miedo a una invasión de extranjeros (preferiblemente de piel morena) que destruirán nuestra civilización. El debate político en todos nuestros países parece ser cada vez menos entre la izquierda y la derecha, sino entre el populismo y el liberalismo; liberalismo en su sentido más fuerte, de democracia liberal, Estado de derecho, tolerancia, verdad y ética. La buena noticia es que el liberalismo, cuando dice la verdad, puede ganar. Acaba de ocurrir en Polonia.

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