DIARIO DE UN OPTIMISTA
Palestina, una solución liberal
«Sé que la democracia liberal y la economía de mercado no son el sueño de los analistas, ni de los diplomáticos, ni de los cleptócratas. Pero donde hay democracia liberal y economía libre, la gente tiene futuro. Sin estas dos perspectivas, el único porvenir es el odio y las masacres, que es lo que quiere Hamás»
Vuelven las guerras de religión (16/10/2023)
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Iniciar sesiónEn lo relativo al conflicto entre Israel y los palestinos, los comentarios de nuestros expertos y filósofos de salón dan un poco vueltas en círculo. Cada uno, según sus convicciones o suposición, se marcha repitiendo que se trata de un conflicto territorial o nacional ... o religioso, la civilización contra la barbarie. Cada cual toma partido, belicista o pacifista, sionista o antisionista, antisemita o antiislamista. Todos cuentan la misma historia, la que les dicta su corazón o su razón. ¿Nos atreveríamos a introducir un nuevo planteamiento que no descalifique en absoluto a los demás, sino que se sume a ellos, y preguntarnos si las tesis liberales no tendrían cabida en este conflicto, en su explicación y en su resolución? ¿El liberalismo? ¿En el centro de las fosas comunes? Intentémoslo de todos modos.
En Palestina y en Israel, como en todas partes, el liberalismo es la asociación de la democracia liberal y la economía de mercado. Los palestinos nunca han conocido ni lo uno ni lo otro. ¿Qué piensan estos palestinos, 'refugiados' desde hace tres generaciones? No lo sabemos, porque sus elecciones siempre han sido amañadas, confiscadas o anuladas. Los territorios reconocidos como palestinos, incluso por Israel, están en manos de autócratas más o menos corruptos, más o menos salvajes, pero que no escuchan a su pueblo. Estos regímenes, ya sea en la capital de Ramala o en la de Gaza, solo han podido perpetuarse durante tanto tiempo gracias a la ayuda internacional. Ningún pueblo de 'refugiados' del mundo se ha beneficiado durante 70 años de tanta asistencia y protección como los palestinos. La ONU y la UE no han cesado de aportar dinero.
Algunas cifras nos hacen reflexionar: el Organismo de Obras Públicas y Socorro para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS) se hizo cargo en 1950 de la educación y la salud de 750.000 refugiados que huyeron de su patria tras el ataque árabe contra el nuevo Estado de Israel. A día de hoy, esta cifra se eleva a 4,9 millones, y todos los descendientes y adoptados de refugiados obtienen el codiciado estatuto que les da acceso al maná del OOPS. El presupuesto del organismo ha crecido en consonancia y, en 2022, alcanzaba los 1.800 millones de dólares y daba empleo a 50.000 personas. La malversación de estos fondos, gestionados bajo el control de los dirigentes palestinos, mantiene la cleptocracia; las migajas se redistribuyen entre la población con pretextos humanitarios. A uno le rechinan los dientes al leer los estatutos del OOPS y compararlos con los resultados sobre el terreno. Se supone que el organismo educa a los niños palestinos en el respeto de los derechos humanos y les ayuda a encontrar un trabajo. ¿Con Hamás, por ejemplo? ¿No es extraño que las organizaciones internacionales, tan bonachonas cuando se trata de este conflicto y más bien indiferentes ante otros (Tíbet, Birmania o Congo), nunca se pregunten adónde van realmente los miles de millones despilfarrados de este modo?
Tampoco las oenegés sienten mucha curiosidad por el buen o mal uso de su ayuda. A estos burócratas internacionales les bastan las buenas intenciones; estaría bueno que, encima, tuvieran que comprobar las cuentas. No nos hagamos ilusiones sobre estas ONG que operan en Gaza; son los aliados objetivos, incluso complacientes, de Hamás, que les permite trabajar sobre el terreno. La democracia 'iliberal' de los palestinos es, si no la consecuencia directa, al menos el resultado extraordinario de la ayuda internacional; esto es evidente.
Lo mismo puede decirse de la economía palestina, o más bien de su ausencia. No son los israelíes los que han impedido a los palestinos desarrollar su agricultura o crear empresas. Pero en un pueblo anestesiado por las subvenciones, está claro que la iniciativa empresarial no puede manifestarse. Esto resulta todavía más triste porque, durante siglos, los palestinos fueron grandes comerciantes en todo Oriente Próximo. Este espíritu emprendedor ha sido destruido. En su lugar, a los palestinos se les ofrecen empleos públicos pagados por la ONU o fusiles de asalto que conducen al paraíso de los mártires.
Esta aniquilación de la capacidad empresarial sorprende aún más porque los palestinos, si sus dirigentes y la comunidad internacional se lo hubieran permitido, podrían haberse inspirado en el ejemplo del vecino Israel. Recordemos que Israel, hasta la década de 1970, era un país pobre, más parecido al Tercer Mundo que a Occidente. Israel era pobre y socialista, tal vez pobre porque era socialista. El espectacular desarrollo del país no comenzó hasta que los partidos socialistas fueron expulsados del poder en 1977 por Begin, thatcherista y reaganista a su manera, y se estableció una economía de mercado abierta al mundo. Esta revolución liberal fue lo que permitió a Israel convertirse en un actor formidable en los mercados agrícolas mundiales y en el campo de la tecnología de la información, en el cual no se necesita un territorio para triunfar.
Este análisis supuestamente liberal de la política y la economía, lo repito para que no se me malinterprete, no anula ni sustituye las hipótesis habituales para explicar el conflicto, sino que se añade a ellas. Más allá del antagonismo actual entre barbarie y civilización, incluso más que entre israelíes y palestinos, el enfoque liberal tendría la ventaja de ser nuevo y positivo, y de ofrecer un futuro realista. ¿Quién propone otra cosa?
Tras la masacre perpetrada por Hamás y la necesaria represión que le ha seguido, el proyecto acariciado en los foros internacionales de dos países contiguos en buenos términos se ha vuelto irreal. Ya es hora de proponer otra cosa que se parezca, por ejemplo, a una especie de comunidad económica de Oriente Próximo, sin sacrificarse más a la idolatría de un Estado palestino. Un Estado así nunca verá la luz del día y sería una desgracia para los propios palestinos; pues ese Estado palestino estaría dirigido por los mismos autócratas, cleptócratas y locos temerosos de Dios, como ha quedado demostrado hasta ahora en los territorios que les han sido asignados. Sé que la democracia liberal y la economía de mercado no son el sueño de analistas, diplomáticos o cleptócratas. Donde hay democracia liberal y economía libre, la gente tiene futuro. Sin ellas, el único porvenir es el odio y las masacres, tal como quiere Hamás.
¿Es nuestra solución ingenuamente teórica? Citaré un precedente: Francia y Alemania hicieron las paces después de mil años de guerras, no sobre la base de la diplomacia sino del comercio. La unión del carbón y del acero en 1950 fue el punto de partida de la reconciliación que alumbró la UE de hoy. Los comerciantes lograron lo imposible donde diplomáticos y políticos habían fracasado durante siglos.
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