diario de un optimista
Corrupción de suela roja
Un famoso miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Louis Brandeis, declaró en 1913 que «el sol es el mejor desinfectante»
¿Hablas chino?
Sevilla, la chacona de los hipócritas
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Iniciar sesiónEn todo el mundo, en todas las épocas y bajo todos los regímenes, los gobiernos se derrumban más a menudo por su corrupción que por las políticas que aplican. Sobre este tema, existe un texto autorizado que merece ser citado íntegramente. ¿Quién lo escribió? Lord Acton, político, filósofo y moralista conservador ... británico. En 1887 escribió una famosa carta a un obispo católico inglés. He aquí el texto esencial: «No puedo –dice Lord Acton– aceptar su máxima de que debemos juzgar al Papa y al Rey de forma diferente a otros hombres, con la presunción favorable de que no han podido hacer nada malo. Si consideramos lo que el poder tiende a hacer y lo que el poder absoluto hace, queda claro: el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre malos hombres, incluso cuando ejercen influencia más que autoridad, y más aún cuando abusan de ella». Lord Acton concluyó que cualquier autoridad política o incluso religiosa debería estar sujeta a la «libertad moral». Lo cual, admitámoslo, rara vez es el caso.
Por no citar más que algunos ejemplos recientes e indiscutibles de la historia, la URSS se hundió, en gran parte, debido a la corrupción de sus dirigentes, que no creían ni una palabra de la ideología de la que alardeaban. Lo único que hicieron fue aprovecharse de su situación para enriquecerse. Es probable que el régimen de Putin termine de la misma manera. Más cerca de casa, podemos ver que Viktor Orbán, jefe del Gobierno húngaro, se está acercando al precipicio a medida que se revelan las turbiedades y el enriquecimiento de su familia inmediata. En cuanto a España, no entraré en detalles, ya que la prensa y la oposición lo hacen mejor que yo: la sospecha de corrupción es ahora el mayor riesgo que amenaza la supervivencia del Gobierno de Pedro Sánchez. Siempre se cita a África como monumento a la corrupción y a la malversación de la ayuda internacional. Esto no se discute. El premio Ibrahim es un ejemplo de ello.
Cada año, el empresario de telefonía Ibrahim Mo, de Sudán, ofrece un premio de un millón de dólares a un jefe de Estado africano que sea honesto y deje el cargo al final de su mandato. El premio no ha encontrado ganador desde hace cuatro años. Lo sorprendente es que los jefes de Estado africanos persisten en buscar en otra parte. Un ejemplo son las violentas manifestaciones de las últimas semanas en Nairobi, la capital de Kenia, contra el recién elegido presidente. Fue nombrado para erradicar la corrupción en su país. Nada más llegar al poder, él y su Gobierno exhibieron sin pudor los signos de su riqueza, como relojes Rolex y zapatos a medida de París. El zapato parisino a medida, con su suela roja para estar a la moda, les ha traicionado. Uno se pregunta por qué algunas personas siguen llevándolos, ya que son tan reconocibles.
Por casualidad, esta semana estuve en París, como visitante ocasional, en una de las famosas 'boutiques' que venden estos zapatos a medida, absolutamente inasequibles. Había un jefe de gobierno africano, cuyo nombre no mencionaré, rodeado de sus guardaespaldas, que estaba encargando una docena de botas de piel de cocodrilo a 20.000 euros cada una. Como había que probarse las botas, el comerciante sugirió que, en lugar de molestar al eminente político africano, fuera a su capital, a la sede de su Gobierno, para probárselas. Oferta comercial aceptada.
Observé esta escena sorprendido no por estas compras intempestivas –las 'boutiques' de lujo parisinas están acostumbradas a este tipo de clientela–, sino asombrado de que el jefe de Gobierno en cuestión no se preguntara ni por un momento por la publicidad que inevitablemente alcanzarían sus zapatos. Contrariamente a Lord Acton, los grandes hombres no son malvados: son más bien inconscientes o estúpidos. La mayoría de ellos tienen mucho talento para conquistar el poder, pero no tienen la menor idea de cómo ejercerlo y no comprenden, sobre todo en el mundo actual, rodeado de medios de comunicación, que están bajo vigilancia constante y sometidos al juicio moral o mojigato de un público cada vez mejor informado. Nos enfrentamos aquí a una ecuación insoluble en democracia: las cualidades requeridas para acceder al poder no son necesariamente las mismas que las requeridas para ejercerlo.
Hay al menos una excepción. Nuestros políticos contemporáneos podrían inspirarse en la tradición del Reino de Dinamarca. En Copenhague, las ventanas del Palacio Real dan a la plaza pública: no tienen cortinas. Esta ausencia de cortinas, una tradición muy antigua, pretendía permitir al pueblo, entonces como ahora, vigilar el estilo de vida de la familia real. Aún hoy, esta transparencia escandinava, que debe mucho a la influencia de la Iglesia luterana, inspira a los dirigentes de los países nórdicos y bálticos, que suelen ser honrados y competentes. Pero, ¿qué ocurre con la privacidad? Bueno, como nadie está obligado a participar en política, es natural que la privacidad desaparezca. Es el precio que tenemos que pagar, y también es la forma de obligar a los líderes políticos a ser honestos.
Un famoso miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Louis Brandeis, declaró en 1913 que «el sol es el mejor desinfectante». Con esta metáfora quería decir que la transparencia, sobre todo financiera y política, era el remedio más poderoso contra la corrupción y el abuso de poder. Creía que una opinión pública informada podía prevenir los abusos mejor que cualquier ley si los hechos salían a la luz. Demasiado optimista, sin duda, teniendo en cuenta que en Estados Unidos, en este mismo momento, el poder de Trump está siendo sacudido por las revelaciones sobre la corrupción moral de su antigua relación con el proxeneta Jeffrey Epstein, revelaciones que, de confirmarse, podrían desestabilizarlo más de lo que sus extrañas estrategias económicas y sociales están contribuyendo a hacerlo. Trump debería evitar el sol. En cuanto a los zapatos con suela roja, Melania Trump ya los lleva.
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