TRIBUNA ABIERTA
México, lamento y perdón
Más que una 'colonia', México era para España una Nueva España, que así es como se llamaba el Virreinato
Guillermo Martínez-Correcher
Las recientes palabras de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, lamentando «las injusticias» cometidas por España en México en el pasado son las primeras de un miembro del Gobierno en respuesta a la carta que el expresidente López-Obrador dirigió a Felipe VI en 2019. ... Las palabras del ministro estuvieron precedidas por un editorial de 'El País' bajo el título 'Una reconciliación obligada', el 27 de octubre pasado. Es una obviedad que con dicho editorial el Gobierno español estaba preparando a nuestra opinión pública para hacer algo no exento de polémica: lamentarse de nuestro pasado histórico en México.
Para entender la petición de perdón o de disculpas por parte de México a España hay, en primera instancia, que leer la misiva del expresidente López-Obrador. Con una extensión superior a tres páginas, el Sr. Lopez-Obrador invitaba a nuestro país a celebrar una cumbre conjunta, al más alto nivel, para pedir perdón a los llamados 'pueblos originarios' por las atrocidades, injusticias, violaciones de los derechos humanos, etcétera, cometidos durante los pasados cinco siglos. Ante la falta de respuesta por parte del Rey (aunque hubo un comunicado de nuestra Oficina de Información Diplomática), la nueva presidenta de México, Claudia Sheimbaum, decidió no invitar a Felipe VI a su toma de posesión, lo que enrareció aún mucho más nuestra relación con dicho país hermano.
Lo primero que me llamó la atención de dicha carta fue que iba dirigida a la institución –la Corona– que precisamente más había hecho en favor de dichos pueblos nativos, como lo prueban desde el testamento mismo de Isabel la Católica hasta las Leyes de Indias aprobadas por Carlos I en beneficio y protección de dichos pueblos frente a los encomenderos españoles.
En su discurso de toma de posesión, Sheinbaum dijo, textualmente: «desde que nos invadieron los españoles…». En consecuencia, la presidenta se estaba identificando con un 'nosotros'. ¿Con cuál de ellos, si esos mismos pueblos originarios hicieron alianza con Hernán Cortés para atacar la ciudad de Tenochtitlán (hoy Ciudad de México), donde el imperio azteca sacrificaba vivos en los altares de sus magníficas pirámides a los prisioneros de sus guerras con otros pueblos –tan 'originarios' como los aztecas– a los que tenía sometidos y oprimidos? Hubo violencia, y mucha, por ambas partes, pero ¿cuál era la alternativa para poner término a una civilización que, al margen de sus bondades, era también sanguinaria?
Con ocasión de la Fiesta Nacional de España de 2024, en mi calidad de cónsul general de España en Guadalajara, tuve el honor de pronunciar un discurso en el que me preguntaba en voz alta quién se podía creer de verdad que entre las intenciones de nuestro Rey estaba la de faltar al respeto al pueblo mexicano, pues ése era el nuevo reproche a España por su silencio. Conviene saber que en la misiva del expresidente Lopez-Obrador se reconoce que el papel de España en la historia de México genera aún «encendidas polémicas a ambos lados del Océano». ¿Debía entonces nuestro soberano tomar partido ante algo que también divide a la sociedad mexicana? No lo creo.
Al período que abarca desde la toma de la ciudad de México hasta la independencia de dicho país, los historiadores mexicanos se refieren como al tiempo de La Colonia. Sin embargo, el término 'colonia', en su acepción peyorativa y mercantilista, propia de los imperios del siglo XIX, no es la que conviene a nuestro pasado modelo de relación con México. Además de la lengua, las costumbres y tradiciones que ahora compartimos (e incluso la fe cristiana como «un factor civilizatorio»), gran parte del patrimonio arquitectónico de México, y por tanto de su atractivo turístico, es consecuencia de ese tiempo histórico. España fundó allí universidades, colegios, escuelas, hospitales, etcétera, en los que los nativos no estaban excluidos. Más que una 'colonia', México era para España una Nueva España, que así es como se llamaba el Virreinato de la actual República Federal de los Estados Unidos Mexicanos. Esta valoración que acabo de hacer no pretende formar parte de ninguna 'leyenda rosa', ni por supuesto tampoco de una sectaria 'leyenda negra'.
Ahora bien, las recientes palabras del ministro Albares han sido consideradas por la presidenta Sheinbaum como «un primer paso importante» en la normalización plena de nuestras relaciones bilaterales. ¿Significa eso que aún falta una disculpa formal o perdón al más alto nivel? Si las hubiere, creo de justicia que esas disculpas no deberían estar acogidas sin una referencia destacada a todas esas cosas buenas antes citadas, de las que los mexicanos se sienten orgullosos.
Concluyo, en fin, con una frase pronunciada en la apertura de la Feria Internacional del Libro del año pasado por el historiador mexicano Ybarra Pedroza, a quien yo considero un profesional honesto: «La llegada de los españoles a México es el punto de partida de nuestra identidad colectiva». Por tanto, sólo hay un 'nosotros' propiamente mexicano desde que España llegó a esas tierras que luego fueron el México que hoy conocemos.
Es embajador de España
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