Ha muerto el periodista argentino Jorge Lanata. La grieta vive. Lanata señaló un día la grieta en Argentina, la división irreconciliable del país. «Es lo peor que nos pasa. Y va a trascender a este Gobierno. La grieta igual va a permanecer, porque ya no ... es política, es cultural… Nadie tiene el 'copyright' de la patria. Nadie tiene el 'copyright' de la verdad…». En 2023 lo recordó: «La palabra surgió en la entrega de los Martín Fierro 2013 y sólo me limité a comentar lo que veía desde el escenario: gente que antes me saludaba y entonces, no; yo mismo dejando de saludar a otra gente». Sobre Cristina Kirchner: «Ella decide dividir y elegir un enemigo que fue el periodismo y así creó una grieta de arriba para abajo, algo que después se replicó». Lo más cercano que en España hay al peronismo es Sánchez (y en Estados Unidos, Trump). El presidente ya se encargó no solo de levantar un muro, también de nombrarlo sin pudor. Grieta o muro, da igual, lo importante es que cace ratones. Que los ratones caigan, que los ratones topen.
Ahora que se inaugura el antifranquismo para retrasados, me acuerdo de un argentino vivo, Cesar Aira, cuando en 'Ideas diversas' (Blatt & Ríos) dice que casi toda la nostalgia se basa en el hecho de que antes había menos gente. A Franco no le echo de menos, pero sí a la poca gente. Como la solución estaría para Aira en el advenimiento del individuo autónomo, uno que no fuera un agregado de la multitud, se acabarían ya no tanto los genocidios, como dice el escritor, sino el hecho de no poder abrir la boca sin que te pongan en un lado del muro o de la grieta. Suéltenme el brazo.
Dan ganas de saltar a la grieta. O al cráter. O dejarse llevar por la lava, como los vulcanólogos Katia y Maurice Krafft en 'Fire of love', el documental de Sara Dosa. Abandonarse en el Monte Unzen, volcán japonés. Última erupción a la que asistieron con vida. Con esa Dalida cantando 'Je me sens vivre'. Sí, vale, luego se suicidó. Con barbitúricos y un whisky. «La vida me resulta insoportable, perdonadme», dejó escrito. A mí la vida hoy no, pero la mucha gente (y mucha gente), sí.
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