Sequía y DANA: las dos caras de una misma realidad
Los efectos cada vez más recurrentes que ocasionan las DANA y las sequías en nuestro territorio hacen necesarias soluciones en infraestructuras adaptadas al nuevo clima
Qué es una DANA y cuál es su significado en meteorología
Hace pocos meses, la Z-30 de Zaragoza, en el tramo conocido como el Barranco de la Muerte, se convirtió en apenas 20 minutos en una trampa mortal. Las escenas de la gran riada provocada por los 54 litros de agua por metro cuadrado ... que asolaron la ciudad el pasado 7 de julio contrastaban con las imágenes de los pantanos españoles al límite de su supervivencia, un límite que también llevó a la asfixia a los cultivos de la huerta murciana. El temporal de precipitaciones y los episodios de altas temperaturas son la paradoja de los fenómenos meteorológicos que se tornan cada vez más extremos. Son las dos caras de una misma realidad. El rostro visible del cambio climático.
Este rostro está marcado por las pérdidas. Tanto es así que, según el Global Climate Risk Index (Índice de Riesgo Climático) elaborado por la ONG Germanwatch, en las dos últimas décadas en España más de 300 personas han sido víctimas de estos fenómenos, cuyos daños se cuantifican en 800 millones de euros al año. Este ranking sitúa al país en el puesto de los 32 de los más afectados por los fenómenos meteorológicos extremos.
A pesar de que desde el pasado año hemos escalado 11 posiciones en el ranking de rendimiento frente al cambio climático de Climate Action Netwok (nos encontramos en el puesto 23 de 60), gracias al efecto palanca de la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica, los expertos apuntan que es fundamental diseñar, adaptar y mantener nuestras infraestructuras no solo para el clima del presente, sino también para el del futuro; un futuro que sin duda alguna estará marcado por este tipo de fenómenos adversos, por lo que debemos revertir, mejorar y modificar la fragilidad de nuestras infraestructuras.
Infraestructuras para el nuevo clima
El pasado 3 de septiembre sufrimos la peor DANA de los últimos 40 años. España se sumergió en agua por el sistema de baja presión «Daniel», que pocos días después arrasó Grecia, Bulgaria y Turquía y que finalmente desembocó en una tragedia en Libia, con una tormenta extrema que colapsó una de sus presas. «Daniel» sembró la destrucción en varios países de la corriente mediterránea, lugares que ya habían sufrido con anterioridad las consecuencias demoledoras de estos fenómenos extremos, cada vez más recurrentes.
Podemos evitar que estos fenómenos se conviertan en desastres si somos capaces de enfrentarlos no con medidas de emergencia, sino como una problemática crónica que requiere soluciones estructurales y no coyunturales. Y para ello, es fundamental que adaptemos las infraestructuras actuales a esta nueva realidad. Así quedó patente en el XVI Foro de la Economía del Agua celebrado en Santiago de Chile, en el que los expertos instaron a la búsqueda de soluciones urgentes para abordar la crisis hídrica derivada del cambio climático, haciendo hincapié en la inversión en infraestructuras para modernizarlas y adaptarlas al nuevo escenario.
En España tenemos un diagnóstico claro de cuál es la exposición al riesgo, tanto de inundaciones como en sequías. Tanto es así que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico publicaba recientemente el informe sobre la gestión de la sequía de 2023, en el que señalaba que el 14,6% del territorio nacional está en emergencia por escasez de agua y el 24,7% en situación de alerta, ya que ha llovido un 17,1% por debajo del valor normal de referencia. A pesar de tener unos plantes establecidos e implementados, España debería invertir la cifra de 2.500 millones de euros al año para mantener las infraestructuras hidráulicas ya existentes y adaptarlas al cambio climático para seguir garantizando la seguridad hídrica.
Además, respecto a las lluvias torrenciales, debemos estudiar con especial cuidado la planificación urbanística de nuestro territorio y adaptarla al nuevo escenario climático que estamos viviendo. Tenemos una amplia variedad de soluciones de ingeniería hidráulica para contener el agua y evitar que inunde nuestras ciudades, pero es importante tener en cuenta que estos sistemas se diseñaron en otro contexto, por lo que debemos estudiar cómo mejorarlos, modernizarlos y complementarlos con otras soluciones para que sigan desempeñando su función y sobre todo para evitar que acaben resultando contraproducentes.
Necesitamos inversiones sólidas para mantener las infraestructuras existentes en buen estado, así como para poner en marcha otras soluciones más novedosas que las completen, como sistemas de drenaje sostenibles, parques inundables, depósitos de almacenamiento pluvial y soluciones basadas en la naturaleza como los espacios de inundación natural.
Respecto a la sequía estructural que padecemos y que aumentará con el tiempo, las soluciones están en la misma línea: inversiones en infraestructuras para evitar pérdidas de agua durante todo su ciclo, así como el desarrollo de soluciones para incrementar la disponibilidad de agua, como son la reutilización y la desalación. Y junto a todo ello, debemos trabajar en la concienciación ciudadana sobre el uso responsable del agua.
En estos momentos, en España, el 26% de las tuberías de abastecimiento tienen más de 40 años, elevándose este porcentaje al 44% en el caso de las infraestructuras de saneamiento, según los datos del último informe de AEAS, que además señala que esta situación es, sin duda, una de las causantes de que más de una cuarta parte del agua distribuida por la red nunca acabe llegando a los usuarios.
Un impulso en las inversiones,sustentado en la ciencia y la buena gobernanza,será el pilar básico que nos ayude a avanzar hacia esa necesaria adaptación al cambio climático que necesitamos implementar ya de manera urgente.