Editorial

El huevo vuelve al corral

La gripe aviar ha llegado a un sector tensionado por normas asfixiantes y un desequilibrio entre oferta y demanda, justo cuando el huevo había logrado ser redimido como proteína esencial

El pasado jueves, el Gobierno decretó el confinamiento total de las aves de corral para frenar la expansión del virus H5N1. La severa medida llega en plena campaña invernal, con 2,5 millones de animales sacrificados y el sector avícola operando bajo una presión ... sanitaria, normativa y económica sin precedentes. La gripe aviar ha expuesto las dificultades del sector y, a la vez, su gran impacto en la economía doméstica.

Durante décadas, el huevo fue víctima de prejuicios sanitarios. Sin embargo, la evidencia científica lo ha rehabilitado como una proteína completa, versátil y asequible. El consumidor español lo ha entendido mejor que muchos reguladores: desde 2019, el consumo ha aumentado un 16,7 por ciento, sumando más de 1.200 millones de unidades al año. Hoy, uno de cada seis desayunos en España incluye huevo. El problema es que la producción no ha seguido ese ritmo. Aunque España sigue siendo excedentaria –produce más de lo que consume–, existe un desajuste entre el crecimiento de la demanda y el de la oferta que genera tensiones. El propio ministro Luis Planas ha admitido esta brecha, aunque confía en que el sector pueda responder. En el mercado, el desfase ya se nota: el precio del huevo ha subido un 22 por ciento en el último año, mucho antes de que la amenaza del virus golpeara con fuerza a las granjas.

La causa de fondo no es sanitaria, sino política. Bruselas ha intensificado sus exigencias sobre bienestar animal, obligando a los productores a modificar instalaciones y procesos sin garantizar un retorno económico proporcional. En cuatro años, el sistema de jaulas ha perdido más de 15 puntos de cuota. El resultado es una oferta más cara, menos flexible y expuesta a cualquier alteración, como la que ahora impone la gripe aviar.

La epidemia actúa aquí como catalizador. En Estados Unidos, una crisis similar en 2022 provocó el sacrificio de millones de aves, un coste directo de 1.400 millones de dólares y un sobrecoste para los consumidores de 14.500 millones. Allí, el Gobierno reaccionó con un plan de mil millones de dólares para reforzar la bioseguridad. Aquí, por ahora, las ayudas brillan por su ausencia. Como ocurrió en EE.UU., la cesta de la compra y el IPC sufrirán un impacto relevante en los próximos meses. También la carne de pollo muestra signos de agotamiento. Aunque el 97 por ciento de las aves se crían en interiores, el precio ha subido un 7,5 por ciento desde el pasado mayo. Esta proteína ha sido durante años una barrera contra la inflación alimentaria, y si desaparece esa contención el impacto será profundo, especialmente en los hogares más vulnerables y en una clase media ya exprimida por las cargas tributarias y la inflación.

Mientras tanto, los productores europeos compiten en inferioridad frente a las importaciones de países terceros que no cumplen las mismas normas. A la paradoja se suma el reproche del propio comisario de Agricultura, Christophe Hansen, que el pasado día 4 reprendió públicamente a los Estados miembros por no ejercer con rigor los controles en frontera. «Tenemos las reglas fitosanitarias más estrictas del mundo, pero solo valen si tenemos suficientes controles», dijo. Bruselas abre mercados, pero no vigila lo que entra por sus puertas. Así, la desprotección es doble. El huevo ha vuelto a la mesa del español por sus virtudes propias y como símbolo de nutrición equilibrada, pero si no se deja de añadir cargas al que lo produce, pronto será otro lujo inalcanzable cotidianamente. El campo no necesita más discursos, sino reglas claras, coherentes y justas.

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