editorial
Chivite limpia en falso el origen navarro de la trama
La reacción de la presidenta no es una rectificación, sino una maniobra de supervivencia
El intento de la presidenta de Navarra, la socialista María Chivite, de cerrar en falso la crisis de confianza que atraviesa su Gobierno tras entregar la cabeza de su número dos resulta tan burdo como revelador. Tras colocar a su propio tío, de oficio constructor, como consejero de Cohesión Territorial, en un caso de nepotismo de manual, Chivite ha perdido la autoridad moral para hablar de regeneración. La dimisión de Ramón Alzórriz, convertido en chivo expiatorio, no responde a las preguntas de fondo: ¿cómo puede una presidenta que confunde lo público con lo familiar seguir en su cargo?, ¿cómo Navarra se convirtió en la cuna de una operativa corrupta que a través de Santos Cerdán llegó hasta la sede del partido que gobierna España? La reacción de Chivite no es una rectificación, sino una maniobra de supervivencia. Pero Navarra no necesita parches ni cortinas de humo. Necesita instituciones limpias y dirigentes que respeten los límites éticos del poder. La credibilidad se recupera asumiendo responsabilidades. Y eso empieza, señora Chivite, por usted.
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