Es perfectamente lógico el malestar que ha generado en la Real Academia el informe sobre las nuevas normas lingüísticas que la presidenta Francina Armengol ha impuesto en el Congreso. No solo porque eludan todas las recomendaciones de un informe elaborado por la Docta Casa allá ... por 2020, sino por las «enormes incoherencias» y «los gestos imperativos» que destilan esas normas a la hora de hablar en la 'era Armengol'. El disparate del lenguaje inclusivo lleva a sinsentidos tales como que se sustituya el término «funcionario» por «el funcionariado», que a la presidenta de las Cortes y a sus asesores lingüísticos les debe parece menos masculino. En la RAE, que en breve emitirá una nota contra la guía de español no sexista, insisten en que «la lengua no se impone y hay que observar con respeto el uso que de ella hacen los hablantes». Dicho queda.
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete