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EDITORIAL

Un personaje indigno

Rubiales debe irse o deben echarlo, pero no para calmar conciencias de tanto hipócrita, sino porque es una cuestión de dignidad nacional ante lo que ya es un esperpento

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Luis Rubiales dio la sorpresa al anunciar ante la Asamblea de la Real Federación Española de Fútbol que no dimitía. Repitió un discurso parecido a otros pronunciados por él mismo frente a informaciones sobre su comportamiento al frente del fútbol español: es víctima de una ... cacería y no ha hecho nada que merezca su dimisión. En este caso, Rubiales se presentaba ante una asamblea silente y complaciente con imágenes que habrían tumbado a cualquier personaje público: agarrándose los testículos a un metro de la Reina Letizia y de la Infanta Sofía, echándose a una jugadora al hombro y besando en la boca a otra, Jenni Hermoso, mientras agarraba su cabeza con las dos manos. Una colección de zafiedad, mal gusto y abuso que ha opacado, de forma imperdonable, el éxito de una selección al que, justo es reconocerlo, él también ha contribuido. Sin embargo, con el respaldo de los miembros de la Federación, Rubiales ha decidido mantenerse en el cargo, abrazándose a la tradición política de no dimitir, de vaciar de contenido las disculpas que se ofrecen y de convertir al culpable en víctima.

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