EDITORIAL
Juegos con sabor amargo
El medallero de España se queda corto respecto a los cálculos que el propio COE había hecho y llaman la atención esos 17 cuartos puestos
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Iniciar sesiónTerminan los Juegos Olímpicos de París 2024 con sabor a decepción. La llama olímpica se ahogó en el Sena, donde se enterraron miles de millones de euros para convertir este río en un protagonista que opacó a los deportistas desde el principio. El suspiro ... final no permite indultar a una organización que estiró más el brazo que la manga, donde hubo muchos desaciertos –el fallido guion de la ceremonia inaugural, el planteamiento de la Villa Olímpica, la comida, que recibió muchas críticas–, aunque el blindaje de seguridad haya sido un éxito después de un comienzo inquietante.
Han sido unos juegos con muchas sombras nacionales y pocas luces internacionales. España ha estado por debajo de las expectativas que el mismo Comité Olímpico Español, en función de estudios técnicos rigurosos, se había marcado. Desde ese punto de vista, el resultado del medallero de España sólo cabe calificarlo como decepcionante. Se esperaban 23 medallas y se han conseguido 18, una más que en Río y Londres. Los 63 campeonatos del mundo y de Europa conquistados en 2023, cuando lo normal es no pasar de 40, hicieron creer que se podría superar el récord de Barcelona. Hay favoritos que eran medallas seguras que han fallado o sido víctimas del infortunio (la lesión de Carolina Marín, el pinchazo de la selección femenina de fútbol, el resbalón de Rahm…) y eso explica por qué no salen las cuentas. Pero es significativo que se hayan conseguido 17 cuartos puestos, más que nunca en la historia, lo que demuestra que España se ha quedado justo en la frontera que separa el éxito de la frustración.
Con estos resultados, es difícil ofrecer un juicio rotundo sobre el modelo español, porque cada deporte es un mundo. El fútbol masculino (la Liga aporta más de 110 millones al Consejo Superior de Deportes) confirma que España tiene relevos generacionales para competir al máximo nivel en las próximas décadas, aunque en el femenino se haya dado un caso muy singular de indigestión del éxito y falta de dirección. El oro del waterpolo femenino ha sido una gran alegría. También hay deportes que han brillado en algunas modalidades, como el atletismo, pero han fallado otras. Y hay disciplinas que suelen ser base del medallero, como vela o piragüismo, que han flojeado, sobre todo en el sprint final. Decepciones, como también lo han sido el taekwondo y la escalada, entre los deportes en los que íbamos a ganar y no a competir. Muy floja también la gimnasia, la rítmica y la natación. El boxeo, en cambio, ha sido una positiva sorpresa.
El medallero también es una expresión geopolítica. Por eso, merece una reflexión lo sucedido con Cuba, un país que desde Múnich 1972 siempre estaba entre los 20 primeros. Ha comparecido con la delegación más pequeña en 60 años, pero lo que es más significativo es que 19 deportistas nacidos allí han obtenido medallas bajo otras banderas, incluido el equipo de los refugiados. Es un signo de los tiempos y en ese sentido ha sido reconfortante no ver a la Rusia de Putin en el podio.
Se requiere un análisis granular de lo conseguido y sobre todo aprender de lo que hacen otros países, elevando la exigencia, como los Países Bajos que no abanderan a nadie que no tenga posibilidad cierta de conseguir una medalla. La dedicación y el sacrificio de los deportistas españoles está fuera de duda, pero no sirve de nada si no van acompañados de una profesionalidad y eficiencia de los demás estamentos que deben hacer que España brille a la altura de sus expectativas.
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