El regreso a los escenarios de Elvis Presley, recreado por la inteligencia artificial para satisfacer la idolatría de sus seguidores y rentabilizar económicamente su mito, establece un nuevo techo en el proceso de comercialización 'post mortem' de las estrellas de la cultura de masas, ... ya sean Maria Callas, Lola Flores o Whitney Houston. La industria del ocio echa sus redes sobre una memoria que con la complicidad del público se materializa a través de la tecnología, pero que pasa por alto el respeto a la integridad del artista, expoliado por los gestores de sus derechos, y a su propia dignidad humana, relativizada en los escaparates de esta nueva virtualidad.
Todo es negociable en una era que ha comenzado ya a pervertir el significado de la creatividad y la genialidad y a hacer de los recuerdos colectivos el simple sustrato de una gran industria. Que algunos artistas hayan levantado acta contra cualquier resurrección sintética de su obra y su persona quizá sea la única vía de protegerlos. El resto está en venta.
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