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El exilio de la democracia

El gesto de conceder a González asilo en España –con la mediación de Zapatero, que presta así un nuevo servicio al chavismo– libra a corto plazo a la dictadura de un problema

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Como señaló acertadamente el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, la partida de Edmundo González representa un día triste para los venezolanos, a los que con este gesto se les viene a señalar claramente que el exilio es el único camino que les queda ... para alcanzar la libertad. Su salida de Venezuela no es una decisión de la que deba culparse al propio vencedor de las elecciones presidenciales de julio, porque a sus 75 años ya ha hecho un enorme sacrificio por su país. Si se hubiera inmolado ante los grilletes de la dictadura probablemente no habría cambiado gran cosa en esta situación perversa. Tampoco se le puede reprochar al Gobierno de Pedro Sánchez haber facilitado la salida del país del líder opositor, porque es indudable que su vida corría peligro una vez que el tirano había ordenado detenerlo bajo acusaciones infundadas. La esencia de esta crisis está en el comportamiento timorato y casi irresponsable de la comunidad internacional, que se ha mostrado incapaz de proteger a González y al conjunto de los venezolanos de los manejos de un dictador que se ha burlado de todo el mundo a la luz del día y que solo ha recibido como respuesta reproches casi corteses sin mayores consecuencias reales.

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