editorial
La descolonización de Iceta
Hay problemas más urgentes en los museos que inventarse una descolonización. Abrir un debate sobre obras ilícitas y discursos abusivos en nuestros museos es un paso temerario
La noticia de que en el Ministerio de Cultura se ha dado la orden de crear un «grupo de trabajo para la descolonización de las colecciones estatales» ha provocado una de las reacciones más extrañas que se recuerdan de Miquel Iceta. Hay que subrayar que ... fue el director del Museo Nacional de Antropología, Fernando Sáez, quien realizó el anuncio en un foro público, citando que tenía autorización de sus superiores para comentarlo. Nada más publicarse la noticia de manera destacada en ABC, Iceta hizo todo lo que pudo por crear confusión. Primero lo negó. De inmediato trató de explicar que «queremos estrechar aún más los lazos con nuestros países hermanos de Iberoamérica« y »modernizar los discursos museísticos» ¿Por qué no lo llamaron 'grupo de trabajo para la modernización de los discursos'? La intención es evidente, y por eso el ministro ha llegado a negarlo tres veces en una misma frase, el jueves pasado en el Prado.
Da la impresión de que Iceta se siente descubierto en una posición incómoda, dentro de la asimetría que caracteriza su gestión, que comenzó, y no debemos olvidarlo, invocando un federalismo cultural tras su designación. Con imprudencia presionó demasiado a los museos para comenzar una serie de préstamos, como el de la Dama de Elche, que le dieran réditos políticos inmediatos con la mentalidad de exministro de Política Territorial, poco dado a las sutilezas del patrimonio. Se enfrentó a los profesionales del departamento de tal modo que provocó no solo informes t6erminantes que desaconsejaban esa operación, sino la dimisión de una prestigiosa directora general de Bellas Artes, Lola Jiménez Blanco. Algo debió de quedarle atragantado, puesto que desde entonces nuestros museos nacionales andan con graves deficiencias, falta de personal y numerosas plantas y salas cerradas. Es algo indigno de una potencia cultural como España. Además, en tiempos de ataques ecologistas a las obras de arte esa ineptitud es mucho más grave.
Hay pues problemas reales más urgentes en los museos que inventarse una descolonización. Iniciar un debate sobre la presencia de obras ilícitas y discursos abusivos en nuestros museos es un paso temerario. Primero, por la ignorancia de Iceta de que los museos bajo su cargo no son de carácter colonial. El Prado no se parece al Británico ni por carácter ni por origen. El de América, que soporta desde hace décadas el desdén de nuestros políticos, no puede estar más lejos de la mentalidad colonial y nace entrado el siglo XX con el fin de celebrar esa hermandad cultural hispanoamericana. No se puede desandar la historia, sólo se puede impedir que se repitan errores del pasado. Por supuesto habrá profesionales proclives a revisar los discursos museísticos de sus centros, pero las instrucciones del Ministerio no pueden desatender el mandato del artículo 149.1.28 de la Constitución ni proyectar gratuitamente un sesgo culposo sobre la conciencia de las obras de arte en las que nos reconocemos como sociedad, como nación.
Este último punto importa. ¿Para qué quiere el ministro los museos nacionales? Hay quien cree que le resultan incómodos en su visión del sistema político descentralizado en el que crecen las reivindicaciones localistas del patrimonio de todos. Cuando tenía responsabilidades en el PSC, Iceta votó resoluciones para defender con todas los medios posibles la integridad del Museo Nacional de Cataluña, a pesar de las sentencias –no son las únicas que no se cumplen allí– que solicitaban la devolución de algunas obras. Curiosamente, como ministro no mantiene la misma convicción.
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