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Unos cuantos jueces molestos

Sánchez está ya en la órbita de confundir –no es el primero– su persona con el Estado, pero los jueces no han secundado esta ensoñación cesarista, umbral de la autocracia iliberal

Editorial ABC

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La Moncloa encaja muy mal los reveses judiciales, como el de la inadmisión de la querella de Pedro Sánchez contra el juez Peinado. La izquierda, en general, y el Gobierno, en particular, llevan mucho tiempo reaccionando de forma destemplada contra los jueces que se atreven ... a contrariar sus dogmas. La interpretación de la ley de amnistía, la anulación de nombramientos (Magdalena Valerio y Dolores Delgado), la investigación al todavía fiscal general del Estado y, este viernes, la inadmisión de la querella de Sánchez han sido motivos de descalificación insólita por el Gobierno y por sus socios. En concreto, el Ejecutivo se mostró ayer especialmente sensible por algunos pronunciamientos del auto de inadmisión de la querella de Sánchez contra el juez Peinado, que no duda en tachar de «innecesarios e inusuales». En La Moncloa no deben de saber cómo funcionan los tribunales, porque juicios sobre las intenciones espurias de los querellantes aparecen a veces en los autos de inadmisión. Lo innecesario e inusual fue la querella de todo un presidente del Gobierno contra un juez de instrucción de plaza de Castilla. La respuesta del Tribunal Superior de Justicia de Madrid se corresponde con la gravedad de las imputaciones –rechazadas– al juez Peinado, y con la envergadura de las instituciones que avalaban la querella, nada menos que la Abogacía del Estado y el Ministerio Fiscal. Quien atribuye a un juez la finalidad de perjudicar malévolamente al presidente del Gobierno no debe esperar menos que una valoración a la altura de su apuesta.

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