Editorial
Cuando una autonomía es «un país extraordinario»
Illa despliega un cuerpo diplomático cuya acción responda a las consignas del Ejecutivo regional, desatienda cualquier plan nacional y, llegado el caso, atente contra el modelo constitucional
Aquella 'acción exterior' que desde la Generalitat de Cataluña esbozó Artur Mas y más tarde desarrolló Pere Aragonès, a través de unas 'embajadas' catalanas cuya única función consistía en socavar uno de los pilares del Estado y difundir en el extranjero el discurso del victimismo separatista, toca un nuevo techo con Salvador Illa, promotor de un cuerpo diplomático con el que vertebrar la actividad de esta red de chiringuitos nacionalistas. Si hasta el presidente del Gobierno, esta misma semana, aseguraba que España y Cataluña «somos países extraordinarios», nada tiene de particular que Illa ponga en marcha uno de los instrumentos esenciales de cualquier estado soberano, un cuerpo diplomático propio cuya acción responda a las consignas del Ejecutivo regional, desatienda cualquier plan nacional de defensa del interés general y, llegado el caso, atente contra el modelo constitucional. «País extraordinario», condicionado por los votos del independentismo, Cataluña no merecía menos.
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