editorial
António Costa dimite sin cuestionar a los jueces
La Fiscalía lusa abre un proceso penal contra él en el marco de una investigación por un presunto delito de corrupción relacionado con el litio y el nitrógeno verde
El primer ministro de Portugal, António Costa, ha dimitido después de que la policía registrara su domicilio y de que la Fiscalía lusa abriera un proceso penal contra él en el marco de una investigación por un presunto delito de corrupción relacionado con el litio ... y el nitrógeno verde. Según ha expresado el propio líder socialista, «la dignidad de las funciones de primer ministro no es compatible con cualquier sospecha sobre su integridad, su buena conducta y menos todavía sobre la sospecha de la práctica de cualquier acto criminal».
Tiene razón António Costa. A falta de que se esclarezcan los hechos, que también comprometen a otras cinco personas, entre las que se encuentran su jefe de gabinete, la ejemplaridad debe ser un requisito en quienes asumen las más altas responsabilidades de un Estado. Que en una democracia de nuestro entorno, tan próxima geográfica y culturalmente, se demuestren este tipo de actitudes vuelve a recordarnos cuáles son los estándares de exigencia que deberían manejarse con respecto a la clase política. El primer ministro portugués ha tomado la única decisión posible dada su circunstancia y no ha cuestionado las judiciales, al contrario de lo que con demasiada frecuencia ocurre en España.
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