TIGRES DE PAPEL

El sanchismo aristotélico

Ahora se ha puesto de moda decir que hay que desmoralizar la política, pero creo que habría que hacer todo lo contrario

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Debo confesar que por un momento la idea me entusiasmó. La posibilidad de que Pedro Sánchez citara a Aristóteles y que lo hiciera para dar respuesta a la pregunta de Pilatos me pareció un guiño del destino grandioso para un lunes cualquiera. Pero todo fue ... mentira. Sánchez no citó a Aristóteles y, de hecho, era imposible que lo hubiera hecho por dos motivos. El primero es que el de Estagira nunca dijo lo que algunos le imputan. El segundo es que Sánchez, previsiblemente, jamás habrá leído una línea del discípulo de Platón. De hecho, con el presidente siempre nos cabrá la duda de si lee las cosas que firma, sean libros escritos por Irene Lozano o referencias a «Voir M. Granovetter» en su tesis doctoral.

Que el presidente no haya leído a Aristóteles no quiere decir que no le viniera bien hacerlo. Hay muchos pasajes que le serían de gran provecho espiritual tanto a él como a sus leales. La propia definición canónica de la verdad aristotélica, la de 'Metafísica' IV, podría ser un buen comienzo: «decir que lo que es, es, y lo que no es, no es». Aunque, bien mirado, lo mollar viene unos párrafos antes, y a Sánchez le vendría que ni pintado. El filósofo dejó escrito en el siglo IV a. C. que «es imposible afirmar y negar a la vez con verdad», por lo que se pueden figurar qué diría de aquellos que sostuvieron que la amnistía era inconstitucional en julio, pero constitucional en noviembre. Andan algunos leyendo sesudos 'papers' contemporáneos, cuando harían mejor en aprenderse el viejo principio de no contradicción.

Ahora se ha puesto de moda decir que hay que desmoralizar la política, pero creo que habría que hacer todo lo contrario. Por eso pienso que a nuestro presidente le vendría bien fatigar algunas páginas de la 'Ética nicomáquea', donde, por cierto, se recuerda literalmente que la falsedad es vil y reprensible. En ese viejo texto se prescribe en el libro I, por ejemplo, que el verdadero político debe ocuparse de la virtud, pues quiere hacer buenos a los ciudadanos y someterlos a las leyes. Es decir, que son los ciudadanos (y los gobernantes) quienes se someten al Derecho, y no el Derecho quien se hace esclavo de los intereses de quienes nos gobiernan (ni de quienes te apoyan para que puedas seguir gobernando). La 'nicomáquea', además, le demostraría a Sánchez que su incapacidad para sentir miedo no le convierte en valiente, pues hay cosas como la infamia que los hombres honrados y decentes temen.

En esa fusión de horizontes que provocaría la imposible juntura del aristotelismo con la cosmovisión sanchista, les prometo que pagaría por ver al presidente, con su susurro templado, leer ese párrafo de 'Política' en el que el Estagirita nos recuerda que el hombre perfecto es el mejor de los animales, pero que apartado de la ley y de la justicia es el peor de todos.

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