TIGRES DE PAPEL
La luz del mundo
Si Europa actúa como si no fuera cristiana, tendrán razón los que saldan y celebran su descristianización definitiva
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Iniciar sesiónNo creo que todas las civilizaciones sean moralmente equivalentes. Ni que todas las culturas sean éticamente admirables. La mejor prueba de ello es que ni siquiera Occidente se ha mantenido a lo largo de los siglos como un proyecto uniforme. Han existido momentos de luz ... y tiempos de oscuridad, proyectos excelsos de inteligencia compartida y acontecimientos miserables, algunos tan terribles como el Holocausto, que prueban nuestra falibilidad. Y, con todo, sigo apostando y confiando en que esta región del planeta debería ser luz del mundo y para el mundo.
Tras el ataque criminal de Hamás a Israel, la empatía y el dolor compartido fue obligado. La violencia coordinada de aquellos terroristas exhibió una crueldad agravada y quienes en aquellos instantes introdujeron algún pero a la censura de los brutales crímenes son la prueba viviente de hasta qué punto el antisemitismo sigue vigente en nuestras sociedades. Penetrar en un territorio para matar, violar y secuestrar a inocentes en contacto con su piel caliente no tiene nada que ver con la crítica legítima a los excesos de Israel.
A partir de estos hechos execrables, cabe preguntarse qué futuros imaginables podrán engendrar una mejor justicia, y es ahí donde las respuestas se hacen complejas. Si creo en nuestra civilización es porque en el origen de nuestras intuiciones sigue reverberando la enseñanza de Sócrates, quien nos enseñó que el verdadero mal de los hombres no es padecer injusticia, sino cometerla. Asumir que la injusticia sólo genera injusticia es un principio cabal desde el que empezar a pensar. Por eso la legitimidad de Europa en su apoyo a Israel debería asentarse sobre una excepción casi milagrosa: las democracias combaten con reglas y ajustándose al derecho internacional humanitario.
Sin salir del mismo perímetro cultural, otro texto antiguo reclama mi atención en nuestros días. Es, naturalmente, el Evangelio. La Europa cristiana (me niego a concebirla como una estructura meramente burocrática) no puede ser un actor más en una circunstancia tan terrible. El compromiso con la paz de aquella tierra y la instauración de unas políticas acordes con la justicia y la misericordia nos exigen obrar de otra manera. Si Europa se pronuncia o actúa como si no fuera cristiana, tendrán razón los que saldan y celebran su descristianización definitiva. Pero incluso para quienes quieran obviar esta fuente de sentido les quedará Roma. Cicerón en su 'De officiis' advirtió que también en tiempo de guerra habrían de guardarse las vidas de los inocentes y castigar sólo a los culpables. Y si hay que reivindicar el especial valor de Occidente, su mejor crítico, y por ello un aliado leal, fue Nietzsche. Al filósofo dinamitero le debemos una última advertencia pertinente en nuestros días: quien con monstruos lucha debe cuidarse de no convertirse a su vez en monstruo.
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