La ley es sólo para los pobres

Uno. El tecnicismo jurídico. Esta es la opción preferida por el PSOE. La amnistía a cambio de votos es un escándalo moral, pero cuanto más tiempo se invierta en el debate sobre su idoneidad jurídica, menos espacio cabrá para la legítima e intuitiva indignación social. Que once ministros y el propio Sánchez hubieran saldado la inconstitucionalidad de la amnistía da igual siempre y cuando el TC, con exministros y antiguos altos cargos de La Moncloa dentro, sea capaz de dar el 'nihil obstat'. La consigna es concentrar la conversación pública en ese hecho porque, justo es decirlo, al señor de Tarazona es posible que no le interesen los debates kelsenianos.

Dos. Afortunadamente, a la gente no le duele la eventual antijuridicidad de la amnistía, sino la injusticia que la inspira. La mejor intuición se la escuché a un señor mayor desayunando en el bar cuando expresó de forma sumaria la voladura del Estado de derecho que supone el precio de la investidura de Sánchez: la ley, dijo aquel hombre veterano, es para los pobres. No se puede resumir mejor. La amnistía es injusta porque excepciona el sometimiento de los ciudadanos ante la ley en beneficio del actual Gobierno y de una élite corrupta.

Tres. Además de su legalidad o justicia, olvidamos que esta amnistía será dudosamente democrática también por tres motivos. El primero es que quienes la apoyan –incluso mediáticamente– lo hacen movidos por el impulso antidemocrático que anula la alternancia política. Sin amnistía no habría gobierno socialista, e impedir cualquier otra opción de gobierno es una máxima imperativa para quienes profesan la 'religión pesoera'. Además, la amnistía es un recurso excepcional que requeriría de un consenso social enorme que, en este momento, dista mucho de ser real: por eso se evita la repetición electoral. Y por último, si verdaderamente el PSOE quisiera haber obrado de forma democrática y garantista, ¿por qué planteó a sus militantes una pregunta simulada que deliberadamente ocultaba la palabra amnistía? Todos los tiranos son plebiscitarios, y en la grotesca literalidad de la pregunta el Partido Socialista se evidenció la escasa voluntad democrática de esta operación.