el retranqueo
¡Eh, el despertador!
Hay lecturas de los sondeos menos balsámicas para el PP que forzarán a Feijóo a improvisar más hambre electoral
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No es casual que el PP se esté creando una coraza de falsa seguridad en la creencia de que el mero paso del tiempo será su coartada para el triunfo electoral. Da la prepotente sensación de tener las urnas aseguradas, de que el sanchismo caerá ... de maduro, y de que la inercia de tanto desgaste acumulado por el Gobierno con sus mentiras, sus errores, su corrupción y el narcisismo que con brillantez describe Cuartango están rentabilizadas por Núñez Feijóo de antemano. Hay modos y maneras que recuerdan a etapas pasadas –con Rajoy, por ejemplo– de liderazgo intermitente, de apatía estructural y de una cuidada finura centrista tan suavona como sobreactuada. En el PP se ha instalado ingenuamente la idea de que basta con no equivocarse, y de que si eso ocurre, que al menos el error sea infinitamente menor que los que comete el PSOE. Las encuestas fiables, y las de GAD 3 han demostrado una eficacia real en procesos muy complejos y cambiantes, ofrecen buenas expectativas para el PP, incluso con una solvente mayoría absoluta de hasta 188 escaños en una hipotética investidura junto a Vox.
Sin embargo, hay lecturas menos balsámicas que van a forzar al PP a improvisar más hambre electoral. Los petroleros son lentos en los virajes y Pedro Sánchez ya ha demostrado demasiada destreza en el control político de los tiempos, en convertir su basura en abono, y en sofronizar a la opinión pública con dos sonrisas y ese tono bajito y paternalista con que pontifica haciendo creer que sin él la democracia es una escombrera. Sánchez es consciente de que difícilmente va a superar en votos y escaños al PP. Pero parte con una prima poco variable de entre 40 y 50 escaños que, sin ser propios, sí son realquilados. ERC, Junts, PNV, Bildu, Más Madrid, antisistemas, regionalistas varios, regeneracionistas de provincia y maestros anchoeros le volverán a dar lo que al PSOE le falte. Es como empezar una prórroga con dos goles de ventaja. El objetivo del PSOE no es ganar las elecciones, sino sumar 176 escaños. Y está a sólo una decena porque cuenta, ya de fábrica, con un conglomerado que vive de odiar a la derecha. Diez escaños son pocos, más aún si la Ley D'Hondt atribuye a una veintena de provincias con entre 3 y 7 escaños una incertidumbre en los restos y los cocientes que no es manejable sin muchas más variables que la propia suerte o la movilización de última hora. Y de eso la izquierda siempre sabe más. Mucho más.
El PP y Vox no han ganado nada. ¿Hay una bolsa de voto oculto cabreado? Seguro. ¿Hay más voto decidido que en los últimos procesos electorales? También. ¿Hay percepción de cambio de ciclo? Desde luego. Pero la fidelidad y la lealtad de la izquierda, incluso de su votante decepcionado, suele ser directamente proporcional al desprecio crítico que buena parte de la derecha siente contra sí misma. La izquierda tiene soldados disciplinados, y la derecha, conservadores, liberales puros, liberales ilustrados, liberalitos, moderados, moderaditos, fachas de discoteca, fachas de verdad, neocons, reaccionarios, democristianos, nerviosos, y acomplejados varios. Lo único común a todos es que empiezan a exigir que su derecha se ponga el despertador. Para no llegar tarde, más que nada.