taconeando
El presidente-maniquí
El nuevo Sánchez chamánico no tiene ya que explicar sus pactos, su presencia silenciosa es suficiente
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Iniciar sesiónLa opacidad o paz fría de la amnistía permite a Sánchez seguir negociando y dialogando aquello que nunca va a conocerse, y los socialistas ya han entrado en la melancólica condición de ser sólo unos hombres que vuelven a depender de sus equivocaciones de ... rumbo. Yo lo entiendo, porque el público compra sus emociones, vive una verdad troceada por los suyos, participa y se mueve en un ámbito de la opinión acotado y en esto no hay engaño. Uno escoge el periódico que compra, la radio que escucha y los ateneos que frecuenta. ¿Estamos ante una aberración de la sociedad de consumo? La técnica de propaganda no hace sino servir sentimientos medievales, nacionalismo a cucharadas, pero con el ingrediente de la justicia social y los remansos pacíficos de la paz fría, los oasis placenteros del progresismo en el horizonte. Así todo es más digerible.
Los acreditados científicos de opinión lograrán el relato perfecto, con la monotonía laboral y eficaz propia de quien conoce al rebaño sentimental. El pacto de la amnistía viene siendo un tejemaneje silencioso, una cosa convencional, dialogante y vividera mientras el enemigo, un enemigo de corbata, sonríe en el banco de la derecha. Yo preguntaba si este acto de paz fría es de derechas o de izquierdas, porque ando desubicada. Hay socialistas que piensan que la amnistía no es plato de buen gusto, pero en cuanto los sacan por la pantalla empiezan a decir bobadas de la polarización y el fascismo. Mayormente. Debe de ser cosa del medio, que le estropea el estilo a cualquiera. Antes la gente teníamos un enemigo, un odiador profesional, en la oficina, el café, las cenas o el club. Ahora el enemigo es una campaña de radio, la prensa de 'agit-prop', el anuncio omnipresente de una paz inevitablemente fría.
—Pero si hace dos meses había dicho lo contrario.
—Les gira la cabeza, a mi qué me cuentas.
En otros tiempos al buen columnista se le conocía porque tenía enfrente un poderoso de lenguaje sibilino. Hoy tenemos enfrente la conjura del silencio. No se puede ser columnista, juez, político, famoso, intelectual, empresario de éxito, sin tener enfrente un enemigo con un plan, y por eso seguimos hablando de Sánchez. Pero Sánchez es ya un príncipe silente que relega en los suyos el trabajo sucio mientras negocia sus pactos de silencio. El nuevo Sánchez chamánico no tiene ya que explicar sus pactos, su presencia silenciosa es suficiente para minimizar al ganador de las elecciones. Feijóo ha sido minimizado por el más absoluto vacío, un silencio que es inevitablemente frío, despectivo. Hoy vemos un nuevo Sánchez, omnipresente y omnisciente, de corrientes y manantiales de silencio. Un silencio de amnistía pactada con el que no contaba nuestro gremio y que es algo así como el sepulcro decisivo e injusto de la democracia. Es la resurrección vil del marianismo en su mejor metamorfosis, la del bolso. Vivimos una investidura a ciegas, entre la sigilosa paz mística de un presidente-maniquí.
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