Las palabras de 'El Padrino'

A los españoles nos sale a pagar el matrimonio político y catalán designado como Sánchez/Puigdemont, que repartirá camisetas amarillas, perritos y 'hamburguer' fecal a la oposición. El escándalo no es que negocien, tanto el PP como el PSOE han tenido un Padrino catalán o vasco. El escándalo está en que Sánchez no sepa negociar, o sea que claudique ante el capo Puigdemont y no queden ya por vender ni las bragas de la Pantoja. El pacto, además, sugiere que estos están por encima de la Constitución. Al menos en las películas de Francis Ford Coppola la mafia no estaba por encima de la ley, sino fuera de ella. Aquí el mafioso puede cargarse la igualdad de los españoles, garantizar su impunidad, atacar el principio de separación de poderes o incluso -es un futurible- poner al propio Gobierno contra las cuerdas. Sánchez pactó la aplicación del 155 y el PSOE lo apoyó en el Senado, así que cuidado con ir deslizándose por la retórica del nacionalismo.

Muchos tienden a creer que las democracias mueren a manos de hombres armados en tanques, pensamos en el trágico episodio del 23F, en los militares de uniforme entrando en el Congreso y aquel histórico grito: «¡Se sienten, coño!». Pero las democracias modernas mueren por el deterioro de los intangibles. Esto es, empiezan a erosionarse lentamente, a pasos apenas perceptibles. Gracias a la ausencia de cultura liberal, el señor Sánchez no necesita desafiar abiertamente nuestra democracia, le basta con decir que busca ensalzarla. Pero asumir el relato independentista es una trampa. Acuérdense de la película, la mafia ganaba siempre. La propia intentona golpista de 2017 es un ejercicio torpe comparado con la negociación del acuerdo de investidura, que viene a ser el golpe en diferido y financiado por todos los españoles a cambio de siete votos.

Lo cual que aquí ya solo se oye aquella frase de Sollozzo: «Necesito, Don Corleone, a todos esos políticos que usted carga en el bolsillo como si fueran centavos». El señor Sánchez ya ha decidido que su sentido irónico de la política le permitiría deslizarse en aquel bolsillo sin despeinarse. La fórmula intermedia entre el caudillismo y la democracia es el presidencialismo, y esto es lo que venía practicando con muy buen sentido de Estado en su primera legislatura. El problema es que desde ahora, Sánchez trabaja a las órdenes de Puigdemont.