TACONEANDO
Descodificación
Hoy somos tan poco libres que tenemos que regar nuestra parcela de libertad
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Hay un desencuentro moral y de valores entre la cultura humanista y el posmodernismo, con su nueva religión, la «justicia social» y su predisposición a ver cualquier diferencia de opinión como desencuentro. Paco Umbral dijo que la palabra escrita es una descodificación de la ... vida convencional que nos dan hecha y un ejercicio que nos sirve para ordenar la vida de forma más coherente con nosotros mismos. Esto no parte de una experiencia caótica, sino de un sentimiento de impostura, al sentir que toda la vida se nos da pensada y resulta de una cultura, una familia o una forma de estar en el mundo. Entonces, uno necesita poner en claro o en oscuro todo aquello, poner su vida en orden mediante la escritura. Y en buena hora realizamos este ejercicio, porque hoy somos tan poco libres que tenemos que regar nuestra parcela de libertad.
Pues bien, debemos ejercitar el pensamiento en un campo infinitamente más amplio que el de esta cultura posmoderna de los últimos decenios para tomar conciencia de que su supuesta rebeldía hoy es norma. Los artistas y escritores hoy deben sortear con cuidado la amonestación, el silencio o paredón por cantar, como Christina Rosenvinge, que no soy miembro de aquella cofradía. No hemos aprendido la canción de moda y ya es el tema que hay que bailar en todas las discotecas de alterne. En Larra y en algunos otros suicidas y escritores malditos, el final de la vida coincide exactamente con el final del pensamiento creativo. Y desde la Revolución Francesa de Voltaire hasta esta posmodernidad que retorna de USA, Europa vive una nueva ordalía sin saberlo.
Dejar de escribir supone otra forma de suicidio no menos dramática, según esta teoría umbraliana de la descodificación. El verdadero suicidio del escritor no es sino la indiferencia hacia el lector, que comienza con una cosmovisión adoptada. Entendemos la comodidad de reducir la complejidad a una cosmovisión con sus monstruos sagrados, pero cualquier relato maximalista produce esquemas reducidos o limitantes. Dijo Mariano José de Larra que escribir es llorar. Llora quien percibe que muchas ideas que hoy se hacen ver como «revolucionarias» representan un ideario que ya es dominante y abarca todos los espacios culturales. Esto es lo mismo que decir que estamos viviendo un periodo de crisis, que la vieja Europa ya solo pelea en el pádel cultural con armas de plastiqué.
Mientras no cambiemos las preguntas, esa pseudocultura dominante irá sacralizado todas las respuestas dictadas para nuestra época. Ya no hay demasiada heterogeneidad, la complejidad se reduce leyendo a autores consagrados y prolifera el pensamiento mágico en librerías de moda. El carácter de esta revolución es que aspira a tenerlo todo prejuzgado moralmente y, por lo tanto, decide prescindir de los juicios que da la propia experiencia, se prescinde de la autonomía moral del sujeto. El problema es que la máquina de pensar funciona sólo con las turbinas o la fuerza que le ha prestado la máquina de vivir, y viceversa. Revisen la corta vida de Larra.