taconeando
Cuñadismo constitucional
Todo el sistema que nos gobernaba, el régimen constitucional, hace aguas
La cena de Navidad es ese momento propicio para limar asperezas con el cuñado socialista, ese que cree que la Constitución, por sus santísimos votos, es algo superado y debemos pasar a la tiranía de la mayoría parlamentaria. Sánchez ya se ha marcado un cuñadismo ... constitucional al estilo de Puigdemont, el catalán que ha marcado camino en Europa. Ha dicho en Bruselas queriendo o sin querer, oscuramente, que estamos ante un intento de «atropellar nuestra democracia» por parte de la «derecha política y judicial» jaleada por la «derecha mediática». O sea que el presidente ya no guarda las formas, ni la prosa galante de antaño.
La oscuridad de estos proletarios sentimentales dejó de intimidarme hace tiempo, por suerte. Con esta invocación o exorcismo, la palabra del cuñadísimo consolida la forma antagónica, schmittiana, de concebir la política. El conflicto por el conflicto es la dinámica de la nueva ideología estatal (republicana, por supuesto), una en la que los jueces «de derechas» son comparados con Tejero y arden en la pira. Los emisarios de la democracia se arrogan, con toda buena conciencia, el monopolio de la palabra legítima. Y acaban confundiendo los tricornios con las togas en la tribuna del Congreso. Golpistas esos jueces, son golpistas, exclaman como muy airados. O sea que aquel que no acepte la ideología institucional no podría participar en la vida política, porque ellos son los únicos representantes del movimiento democrático.
Hay un proyecto ideológico, y esto lo decimos sin ningún misticismo, para que España sea oficialmente republicana y de izquierdas. Como el Régimen del 78 sigue vigente a día de hoy, lo exacto sería decir que el socialismo intenta imponerse de una manera insidiosa en nuestra democracia, socavando el equilibrio de poderes. Todo el socialismo ha ido cayendo en dogmatismos juveniles y en su sueño nacional subyace una República con un presidente de izquierdas que haga de árbitro (sic). Saben lo que están haciendo y saben que sabemos lo que están haciendo. Han vuelto a «una de las dos Españas», que es la que ha de helarnos el corazón con su crueldad gratuita. La dinámica amigo-enemigo como eje central del juego político ha terminado trasladándose al corazón del sistema institucional y todavía no han enterrado a Montesquieu, pero casi. La imagen del entierro de Montesquieu podría servirle de crismas al PSOE para estas navidades.
Todo el sistema que nos gobernaba, el régimen constitucional, hace aguas. Ahora efectivamente, nos dicen que los santísimos votos del Congreso no tienen contrapeso institucional. Aunque el PSOE solo cuenta con un 28% de los votos parlamentarios, han tomado el Palacio de las Cortes cual acampada hippy. En definitiva, parece que aquí todos son muy democráticos pero nadie se ha leído la Constitución ni la ha visto por el forro. En unas Navidades de fiesta y pecado, hagamos que el cuñado socialista lea la Constitución que nos dimos, pidámosle que nos recite algún artículo en los postres.