TACONEANDO
Bofetada de realidad
Antonio vive en su mundo y no puede pisar calle, le gritan traidor mientras su equipo fotografía al gallo en la ventana
España invertebrada (22/11/2023)
El presidente o la realidad (15/11/2023)
Los últimos residuos de una agonizante socialdemocracia me hacen empatizar (perdón) con los personajes de Michael Houellebecq. Mirar al mundo de frente, como dijera el autor de 'Sumisión', es la obligación de los periodistas y políticos. Es triste que cada vez veamos más lo ... contrario, o sea políticos que viven y gobiernan de espaldas a la ciudadanía. Cebrián, el periodista veterano y respetado, comentaba en un debate que solo hay algo peor que los políticos en este país, y ese es el periodista politizado. «Tenemos que alejarnos de la política», dice incluyéndose. Arcadi Espada comenta que «cualquier persona relevante hoy ya no tiene que pasar por la aduana del periódico», pero se lamenta (y con razón) de la calidad de la conversación pública.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se marchaba esta semana de Twitter porque «se ha convertido en los últimos años en el arma de destrucción masiva de nuestras democracias». Yo creo que el problema es que hay políticos que no soportan la realidad del debate, ni la virtual ni la de la calle. Es decir, utilizan la psicología de las revistas femeninas y los periódicos como el NYT, que no dibujan más que tipologías de ciudadanos. Imaginan el burgués bohemio ecorresponsable, la burguesa 'show off', el discotequero 'gay friendly', el rico que moja el puro en el café… ¿De dónde han sacado a esta gente?
En el caso de Pedro Sánchez, hemos llegado a una inventiva inquietante: todos los que no le votamos somos fascistas. Las etiquetas lanzadas a las cabezas son un bumerán de ida y vuelta. La semana pasada en el Parlamento Europeo decían que no había más que radicales en las protestas, violentos de la gallinería. La realidad es que las calles han vivido un patriotismo que era más verdad que todas las improvisaciones de una tarde en la cafetería de Estrasburgo. Antonio vive en su mundo y no puede pisar la calle, le gritan traidor mientras su equipo fotografía al gallo en la ventana. Y hablando del gallo en la ventana, es evidente que el creciente distanciamiento, ya abismal, entre la población y quienes hablan en su nombre, políticos y periodistas, conducirá necesariamente a algo caótico, virulento e imprevisible.
Una cree que es importante conocer la realidad de los debates de la ciudadanía y advierte del riesgo de que no tenerlos en cuenta revertirá en una fuente electoral de nacionalismo virulento. Ahí es hacia donde nos llevan, bandera arriba, calle abajo. Estos días asistimos a la reelección de un presidente que pacta la ruptura de España en Suiza, a espaldas de la ciudadanía y ante un verificador exigido por el capo Puigdemont. Pero si hay algo que han conseguido con estos trapicheos es que cada vez se manifieste más nítidamente el sentir de la mayoría natural. Esa es la bofetada de realidad que molesta al personal. Hoy vemos en la ciudadanía una capacidad de renovarse legendariamente juvenil, una musculatura optimista que devuelve la risa a las estatuas de Madrid. Eso es lo que hoy celebra España en Madrid y en el siglo.