después, naide
Muerte digna, o moto digna
Sí es posible la infelicidad por no saber la potencia de los sidecares, y que te suspendan el teórico, ahora que todo sucede en la teoría: las cloacas de la Leire, el mangoneo de Koldo, el silencio de Sánchez por la mugre que nos llega a la montera

La moto, a partir de los 45, tendrían que recetarla. Mi amigo Javier se está sacando el carné y me recuerda que a partir de los 45 debería ser un derecho. ¿Qué otra cosa queréis que hagamos los hombres viejos que montar en moto? Que ... me digan qué es mejor, si una muerte digna, o una moto digna, como mi Princesa Ana. O si vale la pena comprarse una Triumph para subir Belate y escurrirse por la curva de Santos Cerdán con un queso en la mochila, una navaja y una bota de vino de las tres ZZZ en el morral con moyate de Martínez Lacuesta camino de lo eterno, o volarse la tapa de los sesos en la cocina de casa. Ah, subir a la palomera, con la escopeta paralela de Sarasketa con las manos más frías que las de Von der Leyen, resbalando la rueda trasera levemente por el musgo de la pista, musitando canciones huapangas de Linda Ronstadt.
Decidme, ¿es malo eso en sí? Si no quieren que tengamos moto, los cincuentones, ¿qué es mejor, que tengamos amantes? ¿Es peor que nos desmadremos en una recta de la carretera de los pantanos en Ávila camino de comer en los Salones Montecarlo de Las Navas del Marqués, o que te agarre un ataque al corazón con la amante en pelotas en una cama junto a una mesilla cubierta por un cristal en el que crucen las rayas de la cocaína en un motel cerca del aeropuerto de Zúrich?
Sí es posible la infelicidad por no saber de la potencia máxima de los sidecares del examen de tráfico, y que te suspendan el teórico, ahora que todo sucede en la teoría: las cloacas de la Leire, el mangoneo de Koldo, el silencio de Sánchez por la mugre que nos llega a la montera. Si en el 'emaití' dos más dos son cuatro en función de tu emotividad, y yo puedo ser, en lugar de yo mismo, una mexicana de 21 años con ojos negros con el azabache, quién es el Estado para preguntarme a qué velocidad se puede conducir con remolque, ¿quién demonios conduce motos con remolque? Y si vamos a toda leche por los charcos Zaporiya y nos persiguen los drones rusos, ¿deberíamos parar en el arcén? O acaso deberíamos frenar con el freno trasero, a riesgo de derrapar. Las granadas de mano, la bota de vino, el taco de cecina, conviene llevarlos, ¿detrás o sobre el depósito?
De eso no dice nada el manual. Todos somos el mismo en el examen de moto, ese lugar en el que se iguala mi Españita, gente que es difícil que responda preguntas en español si no saben el español, una máquina de picar ciudadanos, salvo los gitanos gloriosos que acuden a examinarse del carné de moto, en moto. Este es, y no el SMI de Yolanda, el raso de mi Españita, que es linda, y es bonita y va de paquete en una Vespa por la M30 a ver a Urdiales en la Plaza de Toros de Las Ventas. Para todo hombre que se precie, constituyen ejercicios de humildad el examen de moto, la colonoscopia y el tacto prostático con un tipo al que siempre llamarás doctor y que ni te escribe, ni te llama.
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