siempre amanece

En contra de los de Madrid

La gran xenofobia del español se ha dado contra el español mismo

El final del verano (llegó)

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En contra de los de Madrid se han establecido en los últimos años todas las geometría del odio turismófobo. Llega el verano y se oyen cosas sobre «los de Madrid» en Galicia y en Asturias, en Euskadi y, por supuesto, en Cataluña. En realidad, el ... término los de Madrid engloba todo el odio al visitante, el que no sean ellos. Antes odiábamos a los del pueblo de al lado, pero ya no tenemos pueblo, ni ciudad, ni nada, y todo el rencor vecino ha quedado resuelto con ese conjunto ficticio que llamamos los madrileños y que echaríamos al pilón si, como teníamos pueblo, aún tuviéramos pilón.

En España no necesitamos odiar a los franceses, ni a los ingleses, alemanes o portugueses porque ya odiamos a los españoles y, con eso, tenemos suficiente y damos por satisfecho nuestro recelo del otro que está en nosotros mismos en un ejercicio autoinmune –'antonioinmune', dice un amigo– que viene de lo más profundo y lejano y que explica tantas cosas. Las otras naciones odian a las naciones vecinas –los belgas a los franceses, los ingleses a los de Irlanda, etc– aunque nosotros odiamos a la nuestra, que para eso es nuestra, y la tenemos más cerca, y las tensiones siempre han sido entre regiones. Los navarros llaman a los guipuzcoanos 'robasetas' y los guipuzcoanos a los navarros, 'meaplayas', los de Cartagena odian a los de Murcia y así indefinidamente en una caleidoscopía de molestias que, disuelta España, se han disuelto a su vez y se han sustituido por el odio generalizado «a los de Madrid».

Así es feliz cada uno como puede, y más o menos va justificando sus indecencias y sus días marchitos, la pequeñez de su vida, digo, en contra de los madrileños que son un personaje ficticio, porque el de Madrid no existe. No hay gente de Madrid porque todo el mundo es de Madrid. Tu prima, tu hijo, tu hermano, tú mismo viviste en Madrid, con lo que hablamos de una identidad tan extendida que no puede siquiera mencionarse con propiedad. Esa gente será, en todo caso, la 'no gente', este que no es de ninguna parte, que no lleva a gala que es cántabro, ni vizcaíno, tampoco catalán, ni de Teruel, y así entienden que es «de Madrid» por mucho que sepamos científicamente que el de Madrid es de todas partes. El que se queja amargamente que ya vienen «los de Madrid» es tan de Madrid como ellos. El que critica a los de Madrid en algún momento ha sido de Madrid y lo seguiría siendo si hubiera salido aquella oferta de trabajo, si hubiera ido bien aquel curro, si no les hubiera dejado aquella novia y hubieran acumulado el rencor que aquí se manifiesta. Así que, en el fondo, cuando se meten con los de Madrid se están metiendo con ellos mismos, y hay pruebas empíricas que demuestran que metiéndose con los españoles no hay nadie como los propios españoles. La gran xenofobia del español se ha dado contra el español mismo.

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