15 DE OCTUBRE
¿Por qué protestan?
Lo más indignante es la hipocresía: mientras paralizan Sevilla por una guerra que ya no existe, ¿dónde está la movilización por los verdaderos dramas locales?
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Amanecemos con el caos en las calles gracias a una huelga en el transporte público convocada por sindicatos de izquierda para protestar contra la 'guerra de Gaza': estaciones de Metro a reventar, paradas de autobuses con largas colas y miles de sevillanos luchando por llegar ... a sus trabajos o a sus obligaciones diarias. ¿El motivo? Una supuesta solidaridad con un conflicto que, gracias al liderazgo Donald Trump, ya ha terminado. Esta paralización no solo es innecesaria, sino que revela la desconexión de la izquierda radical con la realidad, priorizando causas internacionales obsoletas sobre los problemas reales que azotan nuestra ciudad y nuestra región. Los huelguistas parecen aferrarse a un relato victimista que ya no tiene cabida. Han usado el conflicto de Gaza como bandera para movilizar a sus bases, acusando a Occidente de imperialismo y alimentando divisiones internas. Ahora, con la guerra terminada, se quedan sin argumentos. ¿Qué les queda?
Lo más indignante es la hipocresía: mientras paralizan Sevilla por una guerra que ya no existe, ¿dónde está la movilización por los verdaderos dramas locales? La huelga del transporte público en Sevilla, convocada por sindicatos de izquierda, es un acto de hipocresía que ignora los verdaderos problemas de la ciudad. Andalucía sufre una crisis económica con un desempleo del 18 por ciento (30 por ciento entre jóvenes sevillanos, según el INE), y una pobreza que afecta al 34 por ciento de la población, con barrios como las Tres Mil Viviendas enfrentando un abandono escolar de entre el 20 y el 25 por ciento y una delincuencia juvenil que va en aumento. Sevilla merece algo mejor, empezando por unos sindicatos que han demostrado en demasiadas ocasiones que se venden por un plato de gambas rojas.
Alejandro S. de Ibarguen. Sevilla
Sin generalizar
En la Tercera del pasado martes, César Antonio Molina hace una afirmación que me resulta muy dura y que, en mi experiencia personal, considero inexacta. No sé si el autor habrá tenido en su entorno familiar algún caso que justifique su afirmación de que los mayores fueron sacrificados durante la pandemia, pero yo puedo aportar el dato de que mi suegro, que tenia 98 años y estaba en una residencia de Madrid en ese momento, fue hospitalizado dos veces (abril y julio de 2020) y tratado tan bien que hoy sigue en la misma residencia con 103 años. No es admisible generalizar y culpabilizar a sanitarios y autoridades de unas muertes que, en la mayoría de los casos, fueron inevitables.
Muchas y un saludo.
Fernando Gallego Vela. Madrid
A la cárcel
El inminente ingreso en prisión de Nicolas Sarkozy invita a una reflexión profunda sobre la calidad democrática y la rendición de cuentas en España, cuyos dirigentes parecen gozar de una especie de inmunidad que los sitúa por encima del ciudadano común.
Claudina Garbajal. Toledo
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