EL BURLADERO
El asquito de los yolandos
La apisonadora de la Justicia se acerca amenazante abarcando asuntos que sí nublan el sueño de Sánchez
España con la cruz a cuestas
No hay manera de que Trump nombre a Pedrito
Que Sánchez no acuda al funeral de Francisco importa en el Vaticano lo mismo que una higa, parafraseando al genial Capmany. Sánchez no va porque no quiere coincidir con el Rey, a quien desde los hechos de Paiporta le ha hecho la cruz. Cruz ... que, en puridad, lleva el Jefe del Estado teniendo que torear con un sujeto tan sumamente incalificable como su presidente de gobierno. Pero, indiferentemente de donde prefiera guarecerse con tal de no exponerse en público, Sánchez va de sobresalto en sobresalto hasta el abismo final, que no estará en 2027 ni mucho menos, pero tampoco pasado mañana. Tranquilos todos, el paraíso social comunista no acabará de forma tan rápida.
Sus socios de gobierno han exhibido muestras de asquito por la compra definitiva de municiones a empresas israelíes, cosa que en principio se comprometió el Gobierno a no hacer, pero que no ha tenido más remedio que complementar después de hacerles ver la Abogacía del Estado que una vez que se firma un contrato no se rompe sin pagar una indemnización, en este caso de unos seis millones de euros. La extrema izquierda quiere que salgamos de la OTAN, que cerremos las bases americanas (en realidad bases de utilización conjunta, o sea, sería echar a los yanquis que son quienes las mantienen) y que no gastemos ni un euro en rearmar nuestra defensa. Mucho menos gastarlo en empresas de la pérfida Israel y tal y tal. Bien. Es una opción legítima, una visión del mundo que no se compadece con el sentido común ni con el criterio de la mayoría de gobiernos de Occidente, pero una apuesta contemplable, ya que cada uno puede suicidarse como prefiera. Lo que no queda legitimado, no obstante, es formar parte de un gobierno que, en su conjunto colegiado, se conduce con reglas absolutamente contrarias: ni quiere salir de la Alianza, ni echar a los americanos, ni quedarse sin reforzar la seguridad, aunque sea con planes fuleros llenos de trampas que ya veremos lo que tarda la OTAN en denunciar convenientemente. Si uno cree lo contrario, como vehemente han expresado hasta los propios ministros de Sumar, uno debe irse del Gobierno. Adiós muy buenas. Ya nos veremos en la calle. Pero no lo hacen, ya que la mullida moqueta del poder les resulta asombrosamente acogedora. Son las famosas contradicciones cabalgables a las que se refirió en ocasiones Pablo Iglesias, que al menos está fuera de la Administración y dirigiendo un partido político desde su taberna de Lavapiés. Los yolandos, en cambio, vociferan excitados por lo que resulta una afrenta a sus principios pero no renuncian a nada… de momento. Sánchez está tranquilo porque sabe que esa no es su principal vía de agua. No piensa llevar leyes al Parlamento, con lo que no se expondrá a que le derroten sus propios socios, pero la apisonadora lenta de la Justicia se aproxima amenazante abarcando asuntos que, a diferencia de la cohetería del aquí expuesto, sí nublan su sueño y perturban su legendaria resistencia. Tic, tac.
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