ANTIUTOPÍAS
El presidente rockero
El carisma doblega y seduce, y eso fue lo que el populista se propuso: no gobernar sobre los hombres sino sobre sus corazones
Un demonio en una iglesia
Guerra muerta en la ONU
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Iniciar sesiónLo más sorprendente de que el presidente Javier Milei hubiera dado un concierto de rock ante 15.000 personas es que esto ya no sorprende a nadie. Hemos vuelto a los tiempos feroces en los que la política es, por encima de otras cosas, teatro, ... carisma, pasión, religión laica, culto a la personalidad. Después de una derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, de nubarrones económicos y de escándalos de corrupción que salpican a su hermana, el presidente argentino volvió a sus orígenes. Salió a compenetrarse con la masa, a ser uno solo con el pueblo y a fidelizar a los suyos con un espectáculo disruptivo. Sobre el escenario hubo de todo: consignas antikirchneristas, emoción, adrenalina, rugidos. Y aunque todo fue espontaneidad y autoexpresión, no fue por azar que Milei decidió volver a las estrategias salvajes de autopromoción. En pocos días tendrá que enfrentarse a unas elecciones legislativas, estas sí trascendentales porque de ellas depende la viabilidad del resto de su legislatura, y necesitaba recuperar la iniciativa, volver a hacer lo que tan bien se le dio en campaña: ocupar el espacio mediático y simbólico con una performance transgresora.
Ante el desafío que se le presenta en esta coyuntura, se desdobló y apostó sus cartas al espectáculo y a Estados Unidos. Si el dinero que Trump le prometió al Milei presidente para salvar el peso no llega a tiempo o no tiene el efecto esperado, al menos el Milei rockero habrá fidelizado a su electorado con un mensaje distinto: nada importa, solo estar con él y con las fuerzas del cielo. Viéndolo convertido en rockero resultaba fácil advertir que buscaba exacerbar el carácter devocional y místico que establecen los fans con sus estrellas favoritas. No en vano los presidentes intentan relacionarse con los ídolos musicales, los actores o los grandes héroes del deporte. A estos personajes rutilantes se les ama ciegamente y no se les pide cuentas por nada. Nos han hecho felices y eso basta. Se les perdona todo, se les sigue a donde vayan. Perón se dio cuenta de ello en 1944, cuando un terremoto destruyó San Juan y se le ocurrió recaudar fondos convocando a las actrices más famosas del momento. El carisma doblega y seduce, y eso fue lo que el populista se propuso: no gobernar sobre los hombres sino sobre sus corazones.
Hoy, sin embargo, más que al corazón los presidentes apuntan un poco más abajo, al hígado y a la ira y a la indignación. Forjan su propio hechizo demostrando que los otros son moralmente más abominables. Así no den conciertos de rock, también promueven sus propias 'perfomances' para que el votante esté permanentemente erizado, pensando en un drama humano que lo irrita y encoleriza. Fuerzan a toda una sociedad a tomar posición, reordenan el mundo en buenos y malos, en las fuerzas del bien y del mal. A Milei le funcionó para llegar a la presidencia, y en unos días veremos si la estrategia también le sirve para hacer gobernable a la Argentina.
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