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ANTIUTOPÍAS

Dios, pueblo y líder

Quien se siente respaldado por Dios y el pueblo no admite la intrusión de jueces, magistrados, contralores o periodistas

Los caprichos decoloniales

Maravilla americana

Carlos Granés

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En los últimos años, con excesiva frecuencia, se oye el mismo enunciado en boca de los gobernantes latinoamericanos: la voz del pueblo es la voz de Dios. Lo dijo el general Zúñiga, el intempestivo protagonista de la reciente y fallida asonada militar en Bolivia, ... cuando aseguraba, hace sólo unos meses, que el Ejército cumplía el mandato del pueblo porque «la voz del pueblo es la voz de Dios». Repitió las mismas palabras el saliente mandatario de México, Manuel Andrés López Obrador, cuando celebraba el triunfo de Claudia Sheinbaum, su sucesora, y lo expresó una y mil veces el comandante Hugo Chávez celebrando su continuidad en el poder: «Ha hablado el pueblo, que es la voz de Dios». Podría pensarse que no es más que una frase hecha o una fórmula retórica para complacer a las masas, pero su sospechosa recurrencia hace inferir que se trata de una máxima o de un dogma profundamente arraigado en la mentalidad hispana. Dios, pueblo y líder: esa es la ecuación que define el ejercicio del poder.

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