Por lo que sea
Una nueva teoría del bulo
Hace tiempo que el principal empeño del Gobierno es escribir la historia en directo
Desayunar superioridad moral
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Iniciar sesiónUn bulo no es una mentira: es un deseo. Así que cuando el ministro Óscar López dijo que «no puede ser que un cargo público que está cobrando setenta mil euros de la Comunidad de Madrid esté fantaseando con asesinar al presidente del Gobierno», lo ... que estaba diciendo, en realidad, es que ojalá un cargo público cercano a Ayuso quisiera matar a Pedro Sánchez: eso facilitaría las cosas y, sobre todo, terminaría de asentar el relato de un presidente profundamente enamorado y progresista que lucha contra el fascismo de una comunidad que, igual que los irreductibles galos, quiere vivir en la barbarie. López no mentía, deseaba, y los deseos hay que repetirlos como oraciones para que se cumplan. Por eso el lunes, desmontado ya el bulo sobre Juan Vicente Bonilla, insistió: «Yo me he hecho eco de una noticia y he dicho lo que he dicho, y lo reitero». Su sueldo, por cierto, es de casi 82.000 euros.
Ahora sabemos que el 28 de abril, cuando España se apagó de repente, Pedro Sánchez preguntó: «¿Pero qué coño habéis hecho?». Al día siguiente expresó su deseo en forma de bulo: todo ha sido culpa de todos, o sea, de nadie. Tal y como ha contado María Jesús Pérez, desde el entorno del presidente le ofrecieron a las cúpulas de Iberdrola, Endesa, Repsol y Naturgy un relato pactado de responsabilidad compartida que evitara el señalamiento a Redeia (la antigua Red Eléctrica). La respuesta fue un 'no' rotundo, pero Sánchez ya había señalado ante las cámaras a los «operadores privados».
Hace tiempo que la principal labor del Gobierno es la comunicación y su empeño, el de escribir la historia en directo, que es lo más cerca que puede estar el hombre del realismo mágico: la realidad no se puede modificar con las palabras (el sueño húmedo de esos gobernantes que han descubierto que gestionar es tan cansado como desagradecido), pero al menos las palabras sí pueden modificar la memoria colectiva de un país. De momento ya han logrado convertir a Mazón en el único culpable de la gestión de la dana, desterrando de la narración los tres larguísimos días en los que muchas víctimas estuvieron esperando la ayuda de los servicios de emergencias. Y aún siguen empeñados en que las residencias de Madrid sean el único tema que haya que recordar de una pandemia que en España se llevó la vida de más de 120.000 personas.
Hoy, que se cumple un año de la segunda carta del presidente a la ciudadanía, es un buen momento para releerla. Sánchez nunca denunció la desinformación, sino «esa desinformación» que le afectaba a él. No buscaba la verdad, sino el monopolio de la mentira. Y mientras tanto miles de periodistas le aplaudían la jugada, y aplaudiéndola alimentaban un poco más el desprestigio de esta profesión, acercándonos a la tierra prometida del sanchismo: ese lugar en el que no existe información, sino relato; ese lugar donde nada es verdad y, por tanto, todo es posible. Ese lugar en el que los bulos son deseos. Deseos que se pueden hacer realidad.
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