Por lo que sea

Y tú, ¿por qué no estás llorando?

«Viendo 'Romería', la nueva película de Carla Simón, pensé en esas fotos de soldados jugando a las cartas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial»

Pedro Sánchez y el fin de la historia

Una imagen de 'Romería'

Al principio de 'Verano 1993', un niño le dice a una niña de seis años que acaba de perder a su madre: «Y tú, ¿por qué no estás llorando?». Es noche de fiesta en el pueblo. Ellos juegan al escondite inglés hasta que los fuegos ... artificiales reclaman su atención e iluminan sus rostros, inocentes pero no del todo: ya empiezan a intuir de qué va el juego, ya han visto algo del paisaje humano a través de la rendija de una persiana. ¿Por qué no lloras? Como ocurre con otras grandes dudas infantiles, lo que le sigue a esta es el silencio, porque hay preguntas, y quizás ocurra siempre con las más importantes, que no pueden responderse en directo. La respuesta, en este caso, fue la película, el debut cinematográfico de Carla Simón, que ahora vuelve a las salas con 'Romería', última parte de su trilogía sobre la memoria familiar que inauguró, claro, con aquel 'Verano 1993'. Y aún hoy late de fondo esa pregunta: y tú, ¿por qué no estás llorando?

'Romería' es la crónica de una adolescente de dieciocho años que se va a Galicia a buscar la historia de sus padres, ambos muertos por sida cuando ella era demasiado pequeña como para recordarlos. Allí no tarda en descubrir que su familia tiene más silencio que memoria. Algunos de sus tíos ni siquiera saben dónde vivía su hermano: «¿No es ese edificio con vistas?» «No, era en Samil». «Qué iba a vivir en Samil, no, no era en Samil». Otros hablan con rencor o misterio, deseando que ella pare de investigar una tragedia que para ellos, para tantos, es un secreto. Pero ella continúa. Lee los diarios de su madre (la película está inspirada en las cartas que la madre de la directora, que sufrió el mismo destino, mandaba a sus amigas) y termina por componer un relato sin rencor, en el que sus padres fueron felices por un tiempo. Eran drogadictos pero también felices: viajaron a Perú, corrieron desnudos por playas desiertas, amanecieron en la orilla después de hacer el amor, hicieron de un barco una casa, fueron guapos a rabiar. ¿No forma parte eso también de la memoria? ¿Cuánto espacio nos está robando el dolor, la tragedia, el silencio?

Pudiendo ser una película gris, 'Romería' es luminosa como un día despejado en la Ría de Vigo. Viéndola pensé en esas fotos de soldados jugando a las cartas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, en los judíos que representaban un musical en el gueto de Varsovia, en los enfermos terminales que no pueden resistirse a soltar un último chiste antes de morir («voy a echar de menos la morfina»). Pensé: en todas las ruinas hay una grieta por la que entra la luz. Y también: la intimidad es más compleja que la imaginación. Y la memoria que la historia.

Solo un niño podría preguntarte por qué no estás llorando si estás roto. Y como escribió Bárbara Mingo, solo un niño que llora desconsoladamente podría decirte: «Lloro porque no tengo sentimientos».

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios