Por lo que sea
Desayunar superioridad moral
No somos del todo conscientes de lo que debe la democracia a la hostelería, y no al contrario
Una intución tentadora
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Iniciar sesiónEl desayuno, tal y como lo conocemos, corre peligro. Cada vez más gente rechaza el cruasán de la mañana con la superioridad moral de un asceta recién bajado de la montaña: «No, gracias, es que yo no como azúcar». Por ahí se nos está fracturando ... el país, que como todos sabemos es algo que se funda en los cafés y en las terrazas y en los bares; una ética, una estética, una comanda, un ritmo de vida en común enraizado en los otra más, por favor, y sácate unas aceitunas, yo invito a esta, y en la cháchara que viene después. Todavía no somos del todo conscientes de lo que debe la democracia a la hostelería, y no al contrario. A lo mejor quitas el pincho de mediodía y se agrieta el Estado de derecho, como ya ocurrió en la pandemia.
Lo grave del asunto es que hay quien también rechaza las tostadas, porque han renunciado al pan, y golpe a golpe están intentando derribar el mito de la dieta mediterránea, que es el mito fundacional de la Europa que sestea y envejece a gusto: primero Zeus raptó a Europa, y luego un influencer al que le gustaría hacer la fotosíntesis la puso a dieta. ¿No es tristísimo? Dicen que el aceite de oliva engorda innecesariamente, pero la buena vida se levanta sobre cosas innecesarias e inútiles que, juntas, dan sentido y belleza al mundo: los libros, el vermú, las playas, el churrasco, los parques, las gafas de sol, las alpargatas.
Álvaro Cunqueiro contaba que las nécoras de la ría de Vigo le sabían mejor desde que descubrió que Carlos Linneo las bautizó como 'Portunus puber' en honor a un dios protector de los puertos romanos, igual que a Bertrand Russell los melocotones le apasionaban porque sabía que habían llegado a Europa desde Persia, gracias a que unos guerreros indios habían encontrado los huesos de una fruta aún desconocida en los zurrones de unos prisioneros chinos tras una batalla librada por un gran rey de nombre incierto. Hoy ya no contarían estas historias, contarían calorías, y contándolas se contarían a sí mismos, porque el hombre siempre tiene hambre de relato y sed de tertulia.
Quiero decir que a estos nuevos ascetas no les basta con rechazar el cruasán del desayuno, necesitan decírtelo, explicártelo: he dejado de tomar azúcar y me encuentro mucho mejor, y como no tomo harinas estoy desinflamado, ¿tú sabes lo hinchado que estaba?, era insoportable, lo que no controlo todavía son los picos glucémicos. Como señalaron los miembros de Circodelia en 'Hotel Jorge Juan', esta gente aprovecha la mínima oportunidad para encender el cartel luminoso de 'soy mejor persona que tú'. Recuerdan a aquellos que, antes del 'smartphone', no tenían televisión en casa solo para decirte que ellos no tenían televisión. Siempre hay alguien intentando demostrarte que es muy feliz con sus decisiones para ser feliz, solo que ahora la turra también es online.
O sea: que ya no comen cruasanes porque están empachados de tanta superioridad moral.
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