sin punto y pelota
Suerte irresponsable
La suerte existe con sus caminos inescrutables, la peor acabó con la vida de Álvaro y no sabremos por qué. La vida, la muerte, puede ser así de dolorosa
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Iniciar sesiónUna madre que da marcha atrás y atropella mortalmente a una compañera de su hija, una pareja de 18 años que muere al caerse el ascensor que les bajaba de la terraza donde celebraban las notas de Selectividad con sus amigos, un niño que muere ... atropellado por una carroza de la cabalgata de Reyes al ir a coger el último caramelo... todos fueron dramas que nos encogieron el corazón cuando los conocimos. En una sociedad acostumbrada a buscar víctimas y culpables, responsables, cada vez se hace más difícil lidiar con el dolor de la mala suerte, cuando las librerías están llenas de títulos que animan a fabricarse una buena suerte a medida, tratando de convencer de que hay actitudes que la invocan por arte de magia. Pero la suerte existe ella misma con sus caminos inescrutables, la peor acabó con la vida de Álvaro Prieto y nunca sabremos por qué. La vida, la muerte, puede ser así de dolorosa. Siempre lo ha sido y no hay algoritmo que nos evite sortearla, inteligencia artificial que nos proporcione patrones. Pero cada vez se hace más complicado que muchos entiendan que la suerte, sin racionalización posible, puede ser toda la explicación.
Apenas reparamos en ella, sin embargo, cuando nos salva, Aquella vez que el niño se nos escapó en un paso de peatones y un conductor tuvo los benditos reflejos de esquivarle; cuando la niña se cayó de un desnivel de metro y medio, de espaldas, se pudo desnucar pero salió sin un rasguño y un llanto de segundos, o cuando su hermano bajó un tramo de escaleras de un hotel idílico rural frenando con la cabeza, sin más consecuencias que un chichón y los padres nos miramos y dijimos «¿Te imaginas»?, sin tener que dar detalles de lo peor que podíamos imaginar. y que perfectamente podría haber ocurrido. Pero no.
Eso no significa que la mala suerte no pueda servir para corregir aspectos cotidianos que la hagan más improbable. Muchos aparcamientos escolares han mejorado su funcionamiento caótico, hay más medidas de seguridad en las cabalgatas de Reyes y seguro que Renfe arregla esa valla agujereada cerca de Santa Justa por la que se coló Álvaro sin saber que iba a su muerte. Pero jamás tendremos el control absoluto sobre nuestras propias vidas y eso se le hace intolerable a muchos. No servirá tener geolocalizados a los niños y que no peguemos ojo en sus noches de marcha mientras vamos viendo por dónde andan en tiempo real. Tampoco que decidamos ir personalmente a recogerlos a la hora que sea, donde se encuentren. Muchos padres helicóptero hemos logrado que nuestros niños no sepan ni lo que es una costra en las rodillas y, aun así, deberíamos ser conscientes de que jamás van a estar a salvo de todo. Porque nosotros fuimos ellos, también. Y tuvimos noches de marcha donde nos la jugamos y la suerte pudo caer de un lado o de otro. Nos hicimos más prudentes pero hay edades en las que muchas noches la suerte sigue teniendo destinos en sus manos. Duele. La vida. La muerte.
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