sin punto y pelota

Ni solo ni desamparado

De un tiempo a esta parte, se aprecia el cariño de la gente cada vez que los Reyes pisan la calle

Caída al paso del paso

Bruselas nos mima

Se quedó en inglés. No sabemos qué es un gerente de la comunidad –que puede confundirse con los administradores de fincas y sus movidas de juntas de propietarios–, pero sí lo que es un 'community manager'. El de la Casa Real estaba de vacaciones cuando ... los Reyes decidieron acudir con sus hijas a la procesión de la Soledad en Madrid, un día desapacible, de llevar el paraguas por si acaso, como se le ve a Don Felipe, con chubasquero, en ese trozo de acera que sitúa al logo de un McDonald's coronando su cabeza, cerca de una administración de loterías. La cuenta de la Casa Real en X, donde acumula más de un millón de seguidores, no colgó ni vídeo ni foto de esta salida de La Zarzuela. Sí lo hicieron los medios gracias a Europa Press.

La Monarquía está ahora para tener a los mejores gestores de comunidad, de comunidades, físicas y virtuales, históricas y no. De un tiempo a esta parte, se aprecia el cariño de la gente cada vez que los Reyes pisan la calle. Don Felipe tocando el cajón flamenco en Cádiz se ha convertido hasta en un 'gif' de los que circula por WhatsApp. Por ahí también lo hace en forma de bulo un fragmento del potente discurso que dio con ocasión del referéndum catalán, cuando tantos nos quedamos chafados con la 'nada nadea' de Rajoy y recobramos cierta esperanza, hoy mustia, con las palabras del Rey. Estamos tan deseosos de discursos contundentes que lo han vuelto a poner en circulación como si fuera actual, con el pelo y la barba sin tantas canas, y avisan de que el Gobierno no quiere que lo escuchemos. Seguro que alguien se lo traga, porque sirve hoy como ayer ante las amenazas de la banda indepe.

El hecho es que, en cada visita a Cataluña, se le aplaude más. Es perfectamente verosímil que eso incomode a Pedro Sánchez, 'Susanchidad', visiblemente a disgusto cuando posa con el Rey porque hay alguien más guapo, más alto y que habla mejor inglés que él. Bien ha estado que Felipe VI volviera a presidir en Barcelona la entrega de los despachos judiciales, como era habitual hasta que el Gobierno cedió un año a las presiones independentistas para que no estuviera. Prueba de que les molesta, claro. Señal de que hay que ir, por supuesto. Aunque sólo sea para escucharle, de nuevo, que los españoles somos iguales ante la ley, pese a que sabemos que el Gobierno de Pedro Sánchez está empeñado en que deje de ser así con su ley de amnistía.

Somos perfectamente conocedores de los corsés constitucionales impuestos a la Monarquía, por eso legiones de españoles se han convertido en analistas de sus gestos, de sus visitas, de cada frase que pronuncia. Le querríamos más contundente pero sabemos que no puede serlo. Que no debe. Pero eso no quita para pedirle a su gestor de comunidad que haga todo lo posible para difundir qué hace en su agenda. Desde recibir a los nuevos diplomáticos a ese rato en una acera de la calle Alcalá para ver a Nuestra Señora de la Soledad y el Desamparo. Conviene que los españoles sepamos que Felipe VI no está ni solo ni desamparado. Pese a que lo quieran transmitir los que querrían que así fuera.

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