sin punto y pelota
Ponerse estupendos
Si tuviéramos que elegir el colmo de la hipocresía de estos años, me quedo con la compra de gas a Rusia por parte de muchos países europeos
Feminismo de ansiolítico
De hombres, mujeres e Ineco
Releer a Samuel Huntington y su choque de civilizaciones conviene en una tarde de lluvia, después de enterarte de que Rodríguez Zapatero también hace de lobista a intereses chinos, para poder comprarse un chalé, otro, en las cercanías de Puerta de Hierro, él, que ... dijo querer dedicarse a mirar las nubes allá por León. Nuestro expresidente siempre ha sido muy de aliarse con otras civilizaciones, aunque en ese punto están ahora muchos, eligiendo, por ejemplo a Arabia Saudí como escenario de paz, con Bin Salman de anfitrión, que allí no va a descuartizar a nadie, como sí hicieron los suyos con el periodista Khasoggui en la embajada en Estambul. Qué más dará. En Siria, por otra parte, se supone que comparten civilización pero andan matándose de nuevo, pese a que Al Julani nos coló que se moderaba con la barba retocada y un traje, símbolo de los sastres occidentales. El traje que no se pone el saudí, sin embargo. Que todo es un lío.
Un lío o una hipocresía. Justo eso lo subraya Huntington en su libro, lo del doble rasero occidental, para advertirnos de que no nos pongamos tan estupendos con nuestros valores universales a exportar, con dólar bajo o euro alto, porque tampoco los entienden mucho fuera de nuestro ombligo. Sobre todo si la receta lleva como ingrediente indispensable no medir en igual medida a unos tiranos que a otros. O incluso haberles querido para luego derrocarlos. Que por aquí, en Málaga, todavía recordamos cómo se recibía a Gadafi, con fincón necesitado de recalificación urbanística casi lindando con La Zagaleta, aquella finca que fue del otro Khashoggi, del que no fue descuartizado, sólo un poco arruinado hasta tener que vender su yate, el Nabila, que estuvo un tiempo en manos de Donald Trump. Qué habrá sido de la finca de Gadafi. De la más grande, Libia, sabemos que es un desastre total donde Italia manda muchos millones de euros para frenar la llegada de millones de negros, que podrían llegar en rutas desde el Sahel que ayuda a controlar Putin.
Si tuviéramos que elegir el colmo de la hipocresía de estos años, me quedo con la compra de gas a Rusia por parte de muchos países europeos. España ha ido de récord en récord. De 2019 a 2024 hemos doblado las compras de gas ruso. Las plantas regasificadoras en los puertos de Bilbao y de Huelva, a tope. Esas importaciones nos han salvado de nuestra pelea con Argelia. Me produce ternura pensar que estábamos dispuestos a recibir ataúdes con bandera de la UE cuando no hemos sido capaces de cortarle ese grifo a Rusia. Quizás, entonces, de lo que se trate es de caretas fuera y pacto al canto. Si ocurriera, las alforjas de hipocresía de este viaje se añadirán a otras que coleccionan nuestros enemigos, como explica el politólogo de Harvard que no está vivo para ajustar cuentas con Fukuyama, enfrentado ahora a una historia agitadísima que él dio por muerta.
Aunque Huntington no podría tampoco presumir con un enorme «lo dije». Firmar una paz con Rusia en Arabia Saudí. A ver si el que va a tener razón, además de dinero para chalés, es Zapatero y su alianza de civilizaciones.
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