SIN PUNTO Y PELOTA

PISA éramos los padres

Muchas veces confundimos formación con educación pero, sin la segunda, sin el respeto y la disciplina, es complicada la excelencia en la primera

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No, no éramos unos angelitos tampoco. Y, siento decir, los cuarentones y cincuentones a estrenar somos los padres de la generación que ha hecho PISA y que tan mal ha quedado retratada en el trazo grueso del dato y el ratón, feliz expresión acuñada ... por el experto Lucas Górtazar. Vivimos una época de irresponsabilidad y los padres no somos ajenos a ella: la culpa es del profe, de la seño, del sistema educativo, del nuevo curriculo, de la tecnología en las aulas. Como si nosotros fuéramos capaces de controlar bien las horas de pantallas en casa, como si no habláramos en primera persona del plural en los grupos de padres de WhatsApp para preguntar por los deberes de los niños, como si no gritáramos a los árbitros de las categorías infantiles de fútbol cuando pitan falta a nuestros retoños. Lo siento, pero sí, somos nosotros también. Tampoco hace falta que nos vayamos al otro extremo, ¿eh? No se explica cuando se habla de admiración del caso de Singapur que allí se siguen comprando unas varas para que los padres golpeen a los niños de vez en cuando. Tampoco se habla de que los niños chinos lo suelen hacer bien en Shanghai y en Torremolinos pero da un poco de lástima ver lo poco que socializan aquí con sus compañeros: ni cumpleaños historiados ni paseos por el centro comercial de viernes tarde. Los sábados de mañana suelen tener escuela de chino porque, además del cole, deben aprender mandarín.

En el fustigamiento PISA hay un dato que ha pasado desapercibido: el 38% de los niños españoles dice que no escucha al profesor de matemáticas. No se explica más. No sabemos si es porque no quieren o porque no pueden. Me hizo recordar una de las anécdotas más clarificadoras sobre el declive del ambiente en las aulas, ocurrida, por otra parte, hace más de 20 años, instituto de Málaga. El profesor de matemáticas, harto de ver cómo hablaba una pareja de alumnas, paró la clase y les pidió silencio. «Vale, profe, pero usted no vea cómo le da al piquito también», fue la respuesta. Hace más de 20 años, repito. Según los datos de PISA, la situación puede haber ido a peor, con más alumnos sin idea de qué es en realidad un profesor y de la jerarquía del conocimiento. Y, me temo, con cada vez más profesores que no saben imponerse. Como padres. La disciplina es un asunto crucial de la que se habla poco. Quizás porque nos atañe como padres también, tal y como escribe Berta Rivera en 'Maleducados', libro que comienza con la cita sobre qué es la educación del siempre añorado Antonio Escohotado. Muchas veces confundimos formación con educación pero, sin la segunda, sin el respeto, las buenas maneras, la disciplina, es complicada la excelencia en la primera. Padres, por cierto, son también algunos profesores. Profesores que son alumnos, como en algunos cursos de escuelas oficiales de idiomas, donde también ellos faltan, sobre todo el día del examen, dormitan y no prestan atención. Padres que son políticos que no quieren hablar de disciplina, como ocurre en Gran Bretaña, porque puede que se les enfaden algunos votantes si dicen que el problema lo tenemos todos. PISA somos los padres. Además.

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