sin punto y pelota

Occidente menguante

Deberíamos intentar analizar cómo nos ven los malos y en qué enredos estamos. En la nueva nomenclatura de las familias numerosas, por ejemplo

El pantano de la burocracia

Del yihadismo africano a Barbate

«Están indignados con lo de Navalni», se escucha en el Kremlin, con un atisbo de satisfacción. No esperaban otra cosa. Incluso pensaban que iba a haber más ruido en Occidente menguante. Apenas unos días después de las flores y las fotos y las lágrimas ... por un auténtico héroe, el entorno del presidente ruso habrá hecho recuento de reacciones. Ellos, a lo suyo: han tomado Avdivka en Ucrania y se han cargado sin despeinarse a un piloto desertor ruso en Villajoyosa, asesinando en suelo español. Y hacen repaso a las democracias que les hacen frente con declaraciones de preocupación. «Mira Reino Unido, no hacen más que enredarse en peleas sobre quién será el nuevo líder de los conservadores, que van de cráneo y tienen una enorme montada con los partidarios de los palestinos o de los israelíes. Andan en eso, y en cómo llamar a los hombres, a las mujeres, a los trans en documentos oficiales. En qué hacer con la inmigración ilegal, ahora que los tribunales han tumbado la idea de mandarlos a Ruanda», se escucha a alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores. «África, por cierto, qué bien nos va ahí. Tenemos a cada vez más mercenarios en el Sahel. Qué odio les tienen allí a los franceses. Eso nos da acceso a materias primas importantes. Hablando de recursos, qué maravilla la cantidad de gas que nos está comprando España, batiendo récords. Y ahí anda esa panda a la que apoyamos de catalanes en el chantaje permanente al Gobierno», se escucha a uno con especial querencia por nuestro país por sus veraneos en Marbella. «Pero abre la mirada a toda Europa. El campo se ha levantado. Hay una corriente contra los burócratas de moqueta que está dando alas a la ultraderecha mientras Von der Leyen se vuelve a postular para presidir la Comisión. Ella, que simboliza todo lo que aborrecen esos agricultores asfixiados de burocracia», añade otro. «¿Qué me decís de EE.UU.? Menudo espectáculo de elecciones. Y qué divertido cómo han reaccionado los europeos a las amenazas de Trump con la OTAN. Que ha dicho a lo bestia lo de Obama hace años: que paguen de una vez», puntualiza uno mientras pasa páginas del ‘Financial Times’. «Mira China, que ha dejado claro que la cumbre del G-20 en Brasil no es sitio para discutir de la guerra», añade. «Por Hispanoamérica anda nuestro Lavrov de gira, afianzando lazos con Cuba, con Venezuela y con Ortega, en Nicaragua, que está encantado cobrando a los inmigrantes que llegan por aire a Managua para que se vayan a la frontera de EE.UU. y así, de paso, dominamos la agenda política de aquellas elecciones, que están a vueltas con el muro en la frontera», amplía sus impresiones. Otro le echa un ojo a un tabloide inglés: «Anda, ahora ponen la foto de la que dicen que es la novia nueva de Putin, Ekaterina Mizulina, tan Barbie. Le buscan amantes. Ya no le dan por muerto y con doble».

Todo es ficción en este diálogo. Pero nuestro problema es que este Occidente menguante no consigue meterles miedo. Deberíamos intentar analizar cómo nos ven los malos y en qué enredos estamos. En la nueva nomenclatura de las familias numerosas, por ejemplo.

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