sin punto y pelota
Derivadas de selectividad
Las únicas derivadas con drama en la selectividad pueden tener remedio y no lo tiene la incapacidad de nuestros políticos para seleccionar agendas
Fraudillo I de España
Instinto básico
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Iniciar sesiónPuede que los ponentes andaluces del examen de Matemáticas II de la PAU –selectividad para los que hicimos COU– se hayan pasado. Pero el resultado de su examen, más allá de las décimas que dejarán a unos u otros dentro o fuera de sus ... dobles grados o Medicina, es desolador para los padres de la escuela del 'stiff upper lip' –temazo de AC/DC–, como los ingleses llaman a la necesidad de contener la emoción y no dar pena. «Dientes, dientes», en traducción de la Pantoja. Esos padres convivimos con los que se han apresurado a impugnar el examen, los que han reforzado la idea a sus hijos de que el mundo es muy injusto y no puede ser porque ellos, sus hijos, se van a quedar sin entrar en la primera opción de un grado que les impulsará a un cielo de satisfacciones laborales. Y no. A estas alturas cualquiera sabe que la vida va más de actitud que de título. Que, igual que cuando son pequeños, se caen y les decimos «arriba, que no ha sido nada», pese a la rodilla ensangrentada, ahora toca explicarles que la prueba habrá sido igual de complicada para todos, que la vida puede ser una mierda –lema de camisetas de Torremolinos hace 30 años– y que no se quejaban cuando les inflaban las notas de Bachillerato.
Lo sencillo es iniciar una impugnación en Change.org y lo necesario sería una plataforma ciudadana que pidiera una selectividad seria. De entrada, nacional. Hay quien mantiene que los andaluces se han podido pasar por aquello de quitarse el sambenito de examen flojillo frente al de otras comunidades. Yo he llegado a escuchar en una cena en Madrid que los andaluces estábamos dejando sin plazas en algunos grados de Madrid a los propios madrileños. Todo de buen rollo, pero ahí nos quedábamos, como caraduras. Los profesores de Matemáticas han podido sobrerreaccionar y decir un «chúpate esa». Pero, si levantamos la vista de la faena de la niña «que ha estudiado como una titana y hasta la profe le ha dicho que no hay derecho», nos encontramos con una nota de acceso a la Universidad que incluye calificaciones hinchadas en muchos centros, métodos de corrección mejorables si se comparan con los de otros países y exámenes con criterios cambiantes cada poco tiempo. Pero organizar a la masa para que salga por las calles pidiendo rigor en la selectividad, con pancartas sin faltas de ortografía, suena a relato de ciencia ficción de los que no entran en Literatura.
Copiamos selectivamente. De EE.UU. nos hemos traído las ceremonias de graduación de vestidos horteras, rajas de Gilda, y pareja con corbata de color a juego. Menos mal que esos fiestones fueron antes de la supuesta masacre de selectividad, la alegría por acabar intacta, antes de la angustia de empezar. Y que, en España, no todo es malo: somos mucho más de tiros largos que de liarnos a tiros en el instituto. Que las únicas derivadas con drama en la selectividad pueden tener remedio y no lo tiene la incapacidad de nuestros políticos para seleccionar agendas de asuntos cruciales. En Asturias, por ejemplo, están con el bable en infantil.
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