SIN PUNTO Y PELOTA
Cabalgata de carrozas
Año 2040, la ratio entre niños y adultos es de uno a cinco, los Reyes ya no tiran caramelos sino pastilleros para los abuelos...
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Cabalgata de Reyes en cualquier ciudad española, circa 2040. La ratio entre niños y adultos es de uno a cinco. Cada niño acude con padres –dos madres, dos padres, sólo madre y sólo padre y, sí, madre y padre–, abuelos y algún tío sin hijos. ... Apenas algunos saben lo que son los primos. La edad media de los más pequeños ha ido en aumento. La inteligencia artificial y cierto pensamiento borrego han logrado que sean capaces de creer en los Reyes Magos a edades en las que podrían pedir cuchillas de afeitarse. Hay múltiples apps para hablar con sus majestades, que parecen saberlo todo de sus interlocutores. Los pocos niños que expresan sus dudas y deslizan en conversaciones la sospecha de que puedan ser los padres son marginados del grupo por aguafiestas y conspiranoicos. El escepticismo está mal visto en una época en la que el pensamiento único se llama pensamiento crítico.
Es complicado adivinar las edades de los acompañantes. Las madres podrían ser abuelas y viceversa. Es difícil distinguir a la de 40 con labios de pato que a la de 70 con botox de tarifa plana trimestral. A ellos les pasa un poco igual. Apenas hay calvos –los implantes de cabello se han democratizado mucho desde aquellos viajes a Turquía– y con un gimnasio en cada esquina, además de la elevada edad de la primera paternidad, no se sabe muy bien quién es abuelo o quién es padre, todos con mochila, algún tatuaje y zapatillas. Los mocasines y los zapatos ingleses de cordones han quedado para fiestas de disfraces.
Ya no se tiran caramelos. El azúcar tiene casi la consideración de un veneno. En las sobremesas familiares se habla de los caramelos como de algo tan pasado como el café de achicoria de la posguerra española, ese brebaje que recordaban los bisabuelos. Al público le caen sobre sus cabezas una especie de gominolas de proteínas y sin gluten. También algún paquete de pañales, de un tamaño que sirve para nietos que los siguen llevando de bastante mayores –sus padres van posponiendo el trauma de su retirada– que para abuelos con fugas de orina. Las familias más pudientes acuden a la cabalgata con algunas de las cuidadoras por turnos de abuelos perjudicados. Hace lustros se habló mucho de los empleos que destruiría la inteligencia artificial, pero nadie se ocupó de incentivar y formar a los que tenían que ayudar a una población envejecida. Los Reyes Magos también tiran unos pastilleros muy monos, que guardan soluciones para ansiedad, insomnio, colesterol, obesidad, déficit de atención o tensión alta. Los botiquines en las casas se han convertido en un mueble de diseño más. Hay zonas especiales de público para acudir con perros y gatos, a los que les caen puñados de pienso.
Hacía casi 40 años que la caída de la natalidad en España vaticinaba algo así, pero ningún político se lo tomó en serio. Hablar de la necesidad de tener más niños se consideró de ultraderecha, facha. Sólo los tenían los muy conservadores, los futbolistas millonarios y los practicantes de otras religiones que no creían en los Reyes Magos. Así se llegó a la cabalgata de auténticos carrozas.