SIN PUNTO Y PELOTA

La avanzadilla del rosario

Cada vez menos iguales ante la ley, es el fondo del asunto; eso también preocupa

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El rosario de Ferraz está acabando como el de la Aurora y nos debería preocupar incluso a los que no lo hemos rezado nunca ni sabemos cómo hacerlo. Porque está en juego la libertad de expresión y la sospecha de una doble vara de ... medir la religiosidad de distintos colectivos. ¿Se hubiera atrevido la policía a interrumpir un rezo musulmán? Cierto es que los congregados a las siete y media para rezar cerca de la sede del PSOE en Ferraz no tenían permiso para hacerlo y los agentes se fueron el lunes por la noche a preguntar y amenazar con multa al que había pedido autorización al delegado del Gobierno en días anteriores. Es José Andrés Calderón, un joven que cree en el poder del rezo en las escalinatas de la iglesia del Inmaculado Corazón de María, Ferraz 74. Cada cual, en este país, puede creer en lo que le dé la gana, siempre que no interfiera en la vida de los demás. Aunque seguro que lo malo de este grupito, además de suscitar grima entre la progresía de izquierdas, es que hacen de avanzadilla para la posterior concentración anti amnistía. «La gente llama a gente», cuenta una de las que no falta un día cerca de la sede del PSOE. «No sería lo mismo llegar a las ocho y que no hubiera nadie».

En la noche del martes, acudieron más a rezar. Cada intento de desmovilización explícita ha rebotado en las filas de lecheras de Marlaska. Los que les animan hablan de resistencia civil, de defender unos valores y los hay incluso que creen que España sobrevivirá unida a los embates del sanchismo porque siempre ha contado con la Providencia desde el Apóstol Santiago. Me da cierta ternura, pero allá ellos, que no caen en crisis de ansiedad cuando les llaman frikis y mamarrachos. Hay millones de personas que defienden no tener hijos para combatir el cambio climático, que aceptan sin pestañear humillar a la Justicia para que no gobierne la derecha y que las adolescentes pueden someterse a una mastectomía para transicionar al género masculino sin asesoramiento psicológico y nadie exige que se censuren sus opiniones o que se prohíban sus concentraciones.

Hace unos meses, en Reino Unido, arrestaron a la activista provida Isabel Vaughan Spruce por rezar en silencio cerca de una clínica abortista. Musitaba sus oraciones, sin molestar a nadie, sola, en la acera. Se la llevaron a comisaría y, meses después, un tribunal la ha absuelto de la acusación de intimidar a las usuarias de una clínica que, cuando ella oraba, estaba cerrada. El cura encausado con ella oró en otra ocasión con la pancarta de «Rezo por la Libertad de Expresión».

Para algunos, es lo que está en juego. Otros se inclinan más por un mero boicot a la avanzadilla del rosario. A mi me molesta la arbitrariedad del concepto de concentración. Cuántos años de botellones masivos sin que la Policía invocara el permiso de concentración como requisito. Cada vez menos iguales ante la ley. Eso también preocupa. Es el fondo del asunto. Las varas de medir, los privilegios y los castigos. La Constitución, artículo 14, que dijo ayer el Rey que se debía honrar.

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