Tribuna Abierta
Arroz con cosas a la catalana
«Hoy son más los municipios de la Comunidad Valenciana donde sólo se imparten clases en la lengua autóctona que aquellos que tienen el castellano como lengua vehicular»
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Iniciar sesión¿Qué hacía un domingo de octubre Gabriel Rufián en Valencia manifestándose por las calles del centro de la ciudad reclamando la soberanía de «los països catalans»? No era una jornada cualquiera, era el 9 de Octubre, el Día de la Comunidad Valenciana. ¿Y qué ... se celebra el 9 de Octubre? La conquista en 1238 por parte de Jaime I y su constitución como reino dentro de la Corona de Aragón. Entonces, ¿cómo se explica la presencia del dirigente de ERC durante esta conmemoración? Se explica porque el catalanismo independentista no se conforma con su territorio sino que como cualquier nacionalismo precisa su espacio vital, su 'lebensraum'.
Y la excusa es la lengua (supuestamente) compartida. Como el rico magnate que gira visita a una de sus posesiones, el incontinente parlamentario se paseó por la calle Colón en compañía de unos cientos de fieles. Entre ellos, y aquí viene lo bueno (que es lo malo), del presidente de Les Corts Valencianes y de una consejera del Gobierno del socialista Ximo Puig.
El primero, Enric Morera, es de Compromís, y la segunda, Rosa Pérez, de Unidas Podemos. No hubo socialistas, evitan dejarse ver en este tipo de aquelarres. Pero otra cosa es la política de subvenciones a entidades culturales, lo que se enseña en los colegios y en las universidades o la machacona promoción de autores como Joan Fuster, el padre del concepto 'països catalans'. Una figura clave para el nacionalismo y la izquierda valenciana, a pesar del contenido supremacista y excluyente de su obra.
Han transcurrido cuarenta años desde que entró en vigor el Estatuto de autonomía de la Comunidad Valenciana. Un año después, en 1983, con el socialista Joan Lerma en la presidencia, se aprobaba la ley más importante de estas cuatro décadas, la de Uso y Enseñanza del Valenciano. Una norma que ha ido imponiendo la educación en valenciano. De tal forma que hoy son más los municipios donde sólo se imparten clases en la lengua autóctona que aquellos que tienen el castellano como lengua vehicular.
Para comprender cómo hemos llegado a esta situación debemos partir de la citada ley y fijarnos, por ejemplo, en que la ciudad de Valencia fue clasificada dentro del grupo de localidades con 'predominio lingüístico valenciano', a pesar de que cualquiera que viviera en aquel año en la capital del Turia sabe que la lengua casi hegemónica era el castellano.
La artificialidad de todo el proceso terminó por consumarse en 2015, cuando se produce el cambio en el Consell y Compromís se hace con la Consejería de Educación. El nacionalista Vicent Marzà fue aprobando normas (muchas de ellas anuladas por los tribunales) bajo el paraguas de un 'plurilingüismo' que sólo tenía de plural el nombre. El PSPV dejaba hacer y amparaba la inmersión auspiciada por un partido que estuvo presente en la manifestación de Rufián.
Dicen que a los valencianos sólo nos importa la fiesta, que nuestra identidad nos trae sin cuidado, lo cual, visto lo visto en otras latitudes, lo tomo como un halago. Y hay quien, con retranca, asegura que sólo perdemos la compostura cuando nos presentan como paella una receta que no lo es. Eso es un arroz con cosas, sentenciaremos.
El nacionalismo de aquí, de Valencia, y el de allí, de Cataluña, con la siempre imprescindible colaboración del socialismo y el comunismo, llevan décadas cocinando un indigesto arroz con cosas y haciéndoselo tragar a la fuerza a una población que vive con normalidad su condición de valencianos y españoles. Al arroz le echan un poco de historia tergiversada, una pizca de agravios amplificados, y sobre todo lengua, mucha lengua, la 'nostra llengua'. Rufián es sólo un pinche en esa esperpéntica cocina en la que se prepara el potingue. Pero ahí está.
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