En clave de tron

¡Feliz 2024! Aunque tiene una pinta...

Tal y como está el mundo nos haría falta un Gobierno fuerte aupado por un el pacto de una inmensa mayoría. Todo lo contrario de lo que tenemos

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Tal y como está el mundo nos haría falta un Gobierno fuerte aupado por un el pacto de una inmensa mayoría. Todo lo contrario de lo que tenemos

Mis vecinos Manuel y Concha me han venido a decir que somos más fuertes. Que con ... todo el paso del tiempo somos más. Y que, a pesar de las ignominias, somos mejores. Yo soy de esos que sobrevive a estas fechas con un nudo de nostalgia en la boca del estómago. Con la lágrima fácil, muy pero que muy fácil, en cuanto pienso en quienes ya no están. Y cada Nochevieja que pasa esa sensación es peor. Como si fuéramos más blanditos. Por eso, cuando me entra esa melancolía, necesito un empujón a mí mismo: «¿Pero qué dices? Con la que está cayendo no cabe ni un mínimo de duda. Cada día más clarito. Más firme. Más valiente. Y más humilde». Como me enseñaron, precisamente, quienes no están».

Por todo ello, me niego a tragar con ruedas de molino. No me da la gana. Por ejemplo: Otegui, Puigdemont, Junqueras, Josu Ternera, Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y Rufián ¡No! son progresistas. El PNV o Junts ¡No! son de izquierdas, sino todo lo contrario porque lo más reaccionario, primitivo y absurdo que puede verse en pleno siglo XXI son los nacionalismos imperiales, paletos o excluyentes ya vengan de Rusia, de la entelequia de «Euskalherria» o de una «Catalunya Lliure» que nunca existió (hasta la bandera proviene del Reino de Aragón).

No concibo que en un Estado de Derecho de la UE un mismo ministro sea titular de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes (toma ya separación de poderes). O que María Jesús Montero pueda ser presidenta del Gobierno en funciones (te lo juro) y que bueno parte del Consejo de Ministros esté más cerca de Putin que de Zelensky o que defiendan a Maduro y a los ayatolás. (Allí, en Irán o en Venezuela, querría ver yo a Súper Yoli como una iraní o una venezolana).

No soporto pensar que un cobarde como Puigdemont nos vaya a hacer un corte de mangas en cuanto se baje del avión en Barcelona, dentro de unos meses, gracias a la infamia y la mentira infinita de Pedro Sánchez.

No me acostumbro al goteo de violadores y agresores sexuales premiados y sueltos gracias a la ley del «solo sí es sí». Ni a los homenajes a etarras, ni a los aplausos de esos asesinos al nuevo alcalde de Pamplona (haréis cosas que nos helarán la sangre).

No soporto a los súbditos y súbditas de Su Sanchidad (mienta lo que mienta), ni a la legión de enchufados y asesores de la nada. Me revienta que coja 'su' avión Falcon para ir de La Coruña a Santiago o 'su' helicóptero Cougar para ir de Moncloa a Torrejón.

En suma, entre cabreo y cabreo, con este puntito de nostalgia que invade estas fechas debemos ser sinceros: tal y como está el mundo (cuanto más cerca a nuestra España, peor) haría falta un Gobierno fuerte, claro y sin complejos aupado por una inmensa mayoría parlamentaria. Todo lo contrario a lo que tenemos.

P.D.: Ya me lo insinuaron mis vecinos. A pesar de todo: ¡Feliz año 2024! Aunque tiene una pinta...

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