bala perdida
Urge la lentitud
Sin lentitud no hay pensamiento, y así nos quedamos sin la palabra
El calvo de nuestra vida
Yonquis para nada
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Iniciar sesiónMe decía la otra tarde Luis Landero que la lentitud es una exigencia de la conversación, y es cierto. Con las prisas no vamos nunca más allá del whassap, del whassap nervioso de entendernos sin entendernos. El whassap sirve para acordar un restaurante o citar ... a una novia, pero poco más. Ni siquiera para comunicar la hora del velatorio de un padre. La sociedad de la urgencia, que es la nuestra, aviva el frenesí de ir a todas partes, para no llegar finalmente a ninguna. Somos el atletismo de una frustración. La lentitud, hoy, es un lujo, igual que la conversación que propicia, aunque la lentitud siempre fue un prestigio, y hasta una elegancia. Hay que resucitar la lentitud, porque procede siempre la palabra, y eso exige rescatar también el silencio, como sabe hasta Renfe. Acaba de publicar Alfonso Ussía 'Bajo cielo', una biografía a su aire de Madrid, y veo que Alfonso habla de los sótanos o los firmamentos de la capital bulliciosa, pero eso mismo delata un itinerario de la lentitud, porque no hay que llevar prisa ni para tomar copas, y aún menos para eso. El auge de Rosalía, que ha traído de repente la electricidad del misticismo, no es sino un modo de vivir la juventud desde las ráfagas de la lentitud, porque el rezo es una pausa vertical, y el espíritu un empleo ascensional. Su disco último, incluso, es una artesanía de monacato de la música, y no tanto de algarabía de los varios reguetones de producción que ahora se llevan. Quererse monja, o monje, es no tener prisa, y un dandy, ese éxtasis de la distinción, no es sino aquel que nunca quiere salir de sí mismo, según la máxima de Baudelaire, hasta nueva orden. Parece que va aupándose una moda de retorno a esencias clásicas del vivir, que van y vienen de la demora al ensimismamiento, con lo que el silencio y la lentitud, que siempre han estado ahí, se nos aparecen como causas a inventar, como bondades de nueva conquista. Sin lentitud no hay pensamiento, y así nos quedamos sin la palabra. Nos toca inaugurar lo mucho, tan benéfico, que siempre tuvimos.
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