BALA PERDIDA
Un turismo de silencio
Prospera el turismo de descanso, que consiste en eso, en cambiar un momento el domicilio para no hacer nada
Justicia de peluquería
Trump y el culo
Los que en estos días hemos viajado a ningún sitio reunimos mucha cátedra al respecto, porque el viaje es la víspera del viaje, donde caben todos los destinos. No hacer un viaje es cumplir todos los proyectos del viajero, porque todo viaje está pendiente. En ... estas divagaciones estaba yo cuando leo aquí que prospera el turismo de descanso, que consiste en eso, en cambiar un momento el domicilio para no hacer nada, cumplir la siesta sin cronómetro. A mí la propuesta me parece tentadora, y hasta diría que necesaria, porque la gente sale de viaje para irse a vivir otro estrés, entre colas de pillar paella o visitas por turno al templo de la Virgen del lugar, antes de la procesión que no fue, porque hubo diluvio. Se impone un turismo de silencio, dicen, y esto ya lo sabíamos muchos desde hace rato, porque vivimos a saltos de bullicio y bullicio, y así lo mejor va siendo lo perdido, que es la pereza o el silencio. O ambas cosas. El silencio es un lujo que podría contemplarse para dar cinco estrellas a un hotel, más allá del menú de arquitectura o las conexiones a internet. Estamos perdiendo lo que ya teníamos, desde el silencio a la conversación, incluso, que es otro modo del silencio, porque incluye la escucha, y así lo fastuoso de un viaje está en un sueño sólido de siete horas y la duda existencial de decidir si la siesta la encajamos en un sillón o en una hamaca. Ocurre con el viaje como con la salud: se va haciendo urgente lo perdido. De manera que un futuro de confort ya pasa por una temporada en la aldea de la abuela, llevando vida de vagabundos del capricho, sin más preceptiva que no tener ninguna preceptiva. Si nos fijamos, estas propuestas modernas del turismo son una antigualla, porque se trata de alcanzar un paraíso perdido que tiene domicilio en la paz primaria de hace siglos. Resulta que acabamos de descubrir que bien está viajar por la curiosidad de la propia salud, que tenemos maltrecha entre el insomnio de Instagram, el purgatorio del pluriempleo y la orgía del gimnasio.
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